5/8/08

La Iglesia Matriz

La Iglesia Matriz de Montevideo fue elevada a la categoría de Catedral Metropolitana por el Papa León XIII en 1897.

El edificio que conocemos actualmente fue el tercero en albergar la iglesia principal de la ciudad.

En 1730, mientras se construía la Iglesia Mayor y casa de los Párrocos, situada en Ituzaingó y Rincón, el Cabildo de Montevideo dispuso la utilización provisoria de la capilla de la Compañía de Jesús. Esta última había sido levantada por los jesuitas en 1724 con la finalidad de contar con un espacio, aunque fuese precario, para brindar asistencia espiritual a los más de dos mil indios que intervenían en los trabajos de edificación de las bases de la ciudad.

La capilla de los jesuitas, ubicada en Piedras y Zabala, fue utilizada como templo hasta 1740, cuando se inauguró la primer Iglesia Matriz de Montevideo. Casi medio siglo más tarde, el desplome parcial del templo, sucedido en 1785, hizo cobrar conciencia de la necesidad de construir una nueva iglesia.

El 20 de noviembre de 1790, el Padre Juan José Ortiz –párroco de la ciudad desde 1783 y defensor incansable de este nuevo proyecto- colocó la piedra fundamental de la actual Iglesia Matriz, proyectada por el Ingeniero portugués José Custodio de Saá y Faría. La dirección de la obra que se extendió hasta el año 1804 estuvo a cargo del Ingeniero José del Pozo y Marquy. Finalmente, el 21 de octubre de ese año fue inaugurada la Iglesia llamada de la Inmaculada Concepción y dedicada a los santos tutelares de la ciudad: San Felipe y San Santiago.

Desde ese entonces el edificio experimentó modificaciones y reparaciones de diversa magnitud. Inconclusa desde la primera década del siglo XIX, a causa de los daños producidos por invasiones inglesas a Montevideo, la torre sur de la iglesia terminó de construirse en 1858, paralelamente a las reparaciones efectuadas en la torre norte. Por otra parte, la colocación de las esculturas en el lugar que hasta entonces había ocupado las oficinas del vigía y el revoque del frontispicio, concretados entre 1859 y 1860, provocaron cambios de singular importancia enla fachada principal.

En 1905 se llevó adelante una segunda refacción de relevancia. En este caso el responsable de las reparacionesde la fachada, el atrio y las torres fue el Arquitecto Antonio Llambías de Olivar. En lo que refiere a su aspecto, las obras no supusieron cambios sustanciales dado que se respetó el estilo arquitectónico y la decoración exterior existente. De forma similar a lo ocurrido en la primer Iglesia Matriz, el derrumbe de una voluta de piedra que adornaba una de las columnas centrales del edificio, incidió de forma decisiva en la iniciativa de emprender una restauración total del templo.A mediados de 1941 comenzaron las obras de reacondicionamiento y recuperación, las cuales se extendieron a lo largo de veinte años. En este proceso de restauración pueden reconocerse claramente dos etapas: la que va desde 1941 a 1952 a cargo del Arquitecto Rafael Ruano y la comprendida entre esta fecha y 1961, cuya dirección recayó en el Arquitecto Guillermo Armas. Fue precisamente en esta primer etapa cuando se realizaron los principales cambios en el exterior del edificio. Ellos fueron la restauración de la fachada principal y de las dos torres, la colocación de un reloj litúrgico en la torre norte y el emplazamiento del grupo escultórico realizado por José Belloni, en sustitución de las imágenes instaladas en 1859. En esta oportunidad también volvieron a colocarse las puertas originales de la Catedral que habían sido trasladadas al Santuario del Cerrito de la Victoria. Durante su restauración fue hallada una inscripción que revelaba los nombres de quienes las habían trabajado en 1804. La iglesia recuperaba así parte de su historia.




Reproducción del primer daguerrotipo de la Iglesia Matriz (28 de febrero de 1840).A fines de febrero de 1840 llegó a Montevideo la nave escuela francesa "L'Orientale" en la que viajaba un grupo de jóvenes estudiantes belgas que aspiraba a dar la vuelta al mundo en esta corbeta. El abate Compte, uno de los pasajeros de la nave y guía de viaje del estudiantado, llevaba consigo una máquina de daguerrotipo, cuyo invento había sido presentado un año atrás en la Academia de Ciencias de París. El 28 de febrero, desde el Salón de la Casa de Representantes del Cabildo, Compte tomó la imagen de la Iglesia Matriz. El tiempo de exposición necesario para obtener la imagen fue de cuatro minutos. Este primer daguerrotipo del Río de la Plata fue reproducido pocos días después en el periódico montevideano "El Talismán", el 4 de marzo de 1840.


Año 1868. En esta fotografía puede apreciarse la Iglesia Matriz con sus dos torres recientemente terminadas de construir (1858). Vemos también las esculturas colocadas en 1859 representativas de la Virgen María (figura central) y los santos tutelares del templo, San Felipe (figura derecha) y el apóstol Santiago (figura izquierda).


Iglesia Matriz vista desde la calle Sarandí. Los rieles visibles en el empedrado de la calle Sarandí probablemente fuesen utilizados por los tranvías tirados por caballos, usual medio de transporte colectivo de los últimos años del siglo XIX. De ser así, esta fotografía habría sido tomada en la última década del siglo XIX


La Iglesia Matriz y la Plaza Constitución en 1916. En 1907, luego de la refacción total a la que fuera sometida la Iglesia en el año 1905, fueron colocados tres grandes portones de hierro en la fachada principal.


Año 1916. Campanario correspondiente a la torre norte la Iglesia. A la derecha de la torre se encuentra la figura escultórica de San Felipe. La fotografía esta tomada desde la azotea del templo, por lo que puede contemplarse parte del paisaje edilicio de la Ciudad Vieja hacia la zona de la Rambla Sur. Al fondo a la derecha se distingue el edificio del Templo Inglés.


Año 1928. El decorado de la fachada con la bandera de los Treinta y Tres Orientales sugiere la conmemoración probablemente del 25 de agosto de 1825.


Año 1930. La Iglesia Matriz vista desde la calle Sarandí.


Año 1946. Interior del la Iglesia Matriz.


En esta fotografía correspondiente al año 1948 se observa la fachada y las torres de la Iglesia Matriz ya restauradas. En esta primera etapa de la restauración fue colocado un reloj litúrgico en la torre norte que marca los principales ciclos de la vida cristiana. El grupo escultórico colocado dentro del tímpano central constituye otra de las innovaciones de la década de 1940. El monumento, en el cual su autor, José Belloni, representó la investidura de Pedro por Jesucristo, vino a sustituir a las antiguas imágenes colocadas en 1859.


La Matriz Nueva
De las obras monumentales de la época del coloniaje, que nos legó la dominación española, no quedan quedan sino del antiguo Montevideo, sino el Cabildo y la Matriz, y algunos restos de las Bóvedas.

La llamada entonces la Matriz nueva, destinada a ser con el tiempo, como lo ha sido, una de las obras tradicionales de más merito, tuvo comienzo en el año 1790, invirtiéndose 14 años en su construcción, merced a los intervalos sufridos por la escasez de fondos para continuarla.

El presbítero don Juan José Ortiz, natural de Buenos Aires, era a la sazón el cura y vicario de la iglesia parroquial de Montevideo, de cuyo cargo se había recibido el 1º de enero del año 1783 en la Matriz Vieja.

Lamentaba que su feligresía no tuviese una iglesia capaz en que asistir a los oficios divinos, y juzgando bochornoso que en un pueblo cristiano que poseía ya casas soberbias de hermosa construcción, fuese inferior a todas ellas el Santuario, que amenazaba ruina, se resolvió a promover la edificación del gran templo.

Con este propósito hizo tres viajes a Buenos Aires a sus expensas, y a su costa mandó levantar allí planos para las obras y calcular el costo. Consiguió que se mandasen entregar de las Reales Cajas 23 mil pesos por la tercera parte del presupuesto, para la fábrica de la nueva iglesia, cuya cantidad convino se pagase al mayordomo de fábrica coronel don Juan Francisco García.

Contando con ese recurso, se resolvió dar comienzo a la obra proyectada, sin más fondos por el momento que sesenta pesos y las limosnas colectadas entre el vecindario.

Aprobado el plano por el Ayuntamiento, se cometió al maestro mayor de reales obras, don Tomás Toribio, arquitecto de la Academia San Fernando, la dirección de la obra, debiendo componerse el nuevo templo de 75 varas de largo por 25 de ancho, con tres naves de bóveda, cúpula o media naranja, de elevación proporcionada a sus bóvedas, con dos torres de tres cuerpos cada una, y una capilla fuera de la obra principal, de doce varas de diámetro, hecha con media naranja y destinada al Sacramento.

El 20 de noviembre de ese año se ponía la piedra fundamental del nuevo templo con la solemnidad de estilo, labrándose el acta siguiente:

"El 20 de noviembre del año de 1790, a las diez de la mañana, se colocó solemnemente en los cimientos de la iglesia Matriz de Montevideo, una piedra, la cual fue puesta sobre la fundamental de dicha Matriz a las tres varas de cimiento, que poco más o menos media entre una y otra piedra, quedando ambas colocadas en la esquina de la pared principal que mira a los vientos sur y oeste.
En dicha piedra se halla grabada la siguiente inscripción a la cual cubre una plancha de plomo.
Posteritati, notum fiat anno 1790

Sigue en latín a esta parte del acta, algo más que omitimos, y los nombres de los cabildantes que la firmaron, que fueron don Juan Ellauri, Joaquín Chopitea, Juan Francisco García Zúñiga, Ramón Cáceres, Agustín Ordeñana, Juan Xespe, José Silva y Bernardo Latorre.

La obra, por su magnitud, era, sin duda, muy superior a los recursos con que se contaba para poder activarla y subvenir a su costo; tan era así, que se creía no poder darle cima en menos de 40 años, atendida la escasez de fondos. Hubo que luchar en los primeros años con muchas dificultades para adelantarla; pero desde el comienzo del presente siglo, se logró subsanar los obstáculos e imprimir a la obra toda la actividad que reclamaba, de manera que en cuatro de trabajo contínuo, llevándose ya gastados sobre doscientos mil pesos, se consiguió terminarla a fines del año 4, con los donativos del Cabildo, el cual desde 1800 a 1803, le donó 8.500 pesos para el efecto.

El último donativo que le hizo ($8.000), fue expresamente destinado para el altar provisional de la capilla mayor; enlosado de todo el pavimento, que se hizo de baldosa fabricada en el país; revoque total interior y baranda de hierro en el coro y presbiterio, a fin de que pudiera cerebrarse lo más breve posible, y las escalinatas de piedra en el frente de la Matriz que conducían al atrio.

Se trabajaba a la vez en la construcción de la capilla del Santísimo, cuyo terreno había donado para ese fin la señora de don José Díaz (a) Pepillo, con la idea de facilitar la salida del viático por los fondos de la iglesia, al oeste.

Se proveyó a la sacristía de todo lo necesario para el servicio, incluso la mesa destinada al cáliz y vinajeras, etc, que era de jacarandá, pie de cabra, con una hermosa piedra del país, color rosa veteada. Esa mesa, diremos por incidencia, sirvió desde la consagración de la Matriz hasta el año 70, en que hallándose muy deteriorada, el sr cura Yerégui tuvo la buena idea de reemplazarla con otra nueva, de igual forma, pero conservando en ella la piedra tradicional que la hermosea.

Pronto el nuevo templo, con legítima satisfacción de todos, fue consagrado el 21 de Octubre de 1804 por el obispo don Benito de Lue y Riega, en su visita a esta diócesis, asistiendo a la ceremonia el gobernador Ruiz Huidobro y todas las corporaciones, cerebrando en él la primera misa el padre guardián de San Francisco, Fray Martín Joaquín Oliden.

Las torres no estaban concluídas. Faltaba también el revoque exterior de todo el templo, lo cual se aplazó para más adelante.

Aún después de consagrado y de cerebrarse misa en él, no se trasladó el Sacramento Eucarístico a la Matriz nueva, reteniéndolo en la vieja el Cura Parroco hasta el año 1808, por disidencias con el Cabildo, a pesar de las instancias de éste para que lo trasladase.

Hasta ese año de 1808, las torres de la Matriz, incluso la media naranja, no estaban concluídas.
A últimos del año, destinó el Cabildo mil pesos para su conclusión. Pero ese donativo fue condicional, no haciéndose efectivo hasta que hubiese otro cura, por las cuestiones que antes se habían suscitado entre éste y el Ayuntamiento. Por fortuna, se llego a un acuerdo razonable, por interposición del gobernador Elío, y , el año 9, se dio comienzo a la obra, encomendada al maestro albañil Pepillo.

Toco la dificultad de la falta absoluta de azulejos para vestir la media naranja y la torre principal, y como la necesidad es madre de la ciencia según el dicho vulgar, se recurrió al arbitrio de emplear la loza de color, de fuentes y platos.

Se tomó, para el efecto, cuanta loza se encontró en las locerías, y aún se mandó traer algunas partidas de Buenos Aires; y con ese elemento, y no poco costoso y meritorio trabajo, como debe suponerse, se formó el enlozado de la cúpula y de la torre izquierda del campanario, en la cual nuestro Pepillo dejó embutida una primorosa cruz al norte, que no se percibe a simple vista, pero que puede verse a favor del anteojo. El año 18 se concluyó la torre de la derecha, llamada del reloj, y el pulimento del frente de la iglesia.
Cuando la toma de esta plaza por los ingleses, el año 7, se convirtió en asilo de heridos y en depósito de prisiones transitoriamente.

En la época del segundo asedio por los patriotas, hubo que suspender en ella todos los oficios divinos a causa del bombardeo terrestre, traslandándose el Santísimo y las imágenes a la casa de don Zacarías Pereira, en la plazoleta del fuerte de San José, donde se celebraba misa, que oían los fieles desde la plazoleta, por lo reducido del local del Oratorio improvisado.

Llega en ese tiempo de España un cuerpo de refuerzos, y se acuartela en la Matriz. Desde entonces, y hasta la capitulación de la plaza, el año 14, sirvió de cuartel, con el consiguiente destrozo de los altares, revoques interiores y pavimento, escapándose de correr igual suerte las barandas del coro y el presbiterio, gracias a ser de fierro, de que no se podía hacer leña.

Poco a poco fueron reparándose sus ruinas, desde la entrada del Alvear, de manera que a la de Otorgués, el año 15, ya fue posible celebrarse bajo sus bóvedas el Te-Deum con que se festejó la entrada de los orientales subordinados a Artigas.

Montevideo Antiguo
I. De María

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