El 68 uruguayo. CAPITULO 6. Interrogantes y respuestas sobre la estrategia del movimiento popular
La línea reformista mayoritaria
La línea predominante en la dirección del movimiento popular que, en una caracterización algo imprecisa (emanada de los debates de la Tricontinental y de la OLAS) se calificaba de “reformista” se caracterizó por evitar los enfrentamientos decisivos con el gobierno.
El estilo de acción que impulsaba tendía a circunscribirse a la realización de distinto tipo de medidas demostrativas, que incluían naturalmente no solo declaraciones sino también marchas callejeras, actos públicos, paros parciales y generales.
Sanciones. Repliegues tácticos
Dado que las acciones de este tipo también generaban sanciones por parte del gobierno (despidos de dirigentes sindicales, sanción sobre todo a los jerarcas de la Administración Pública que adherían a las organizaciones sindicales), la dirección mayoritaria de la CNT se veía constantemente tensionada por la necesidad planteada, en los gremios afectados, de responder profundizando las medidas de lucha.
Dado que este incremento de las luchas y su desarrollo de acuerdo a un plan no encuadraba en la estrategia general prevista para el período, la preferencia de la dirección mayoritaria se inclinaba a la realización de “repliegues tácticos” cuyos efectos en el movimiento sindical eran complejos.
Por un lado debilitaban la acción de los gremios en la medida que con sanciones y destituciones el gobierno salía, por lo menos provisoriamente, airoso de la confrontación. Al mismo tiempo desalentaba y confundía a los sectores más combativos que se mostraban dispuestos a medidas más profundas de movilización.
Como veremos más adelante uno de los puntos de anudamiento del debate interno del movimiento sindical, a partir del 68, estuvo en torno a unificar o librar por separado los distintos conflictos. Durante ese período la tendencia mayoritaria consiguió encaminar las tensiones hacia ámbitos de negociación separados entre sí y eso condujo inevitablemente al debilitamiento de las fuerzas sindicales.
El papel del Parlamento
“Terminé de escribir este libro en el verano de 1969. Los meses veraniegos siempre habían sido remansos en la vida política uruguaya; y el comienzo de aquel año permitió todavía algunos aflojamientos, aunque breves. Pero teníamos ya en la mente trágicas violencias, estudiantes desangrados, silenciosos cortejos multitudinarios, bancarios militarizados, secuestros y una Asamblea General sin número, donde nuestras protestas y denuncias eran registradas por los taquígrafos entre los círculos escaños vacíos de una solemnidad moribunda. La quiebra institucional, disfrazada apenas por nebulosas argumentaciones jurídicas en los considerandos de los decretos, precipitaba al país por una pendiente que conducía, de no ser detenida, a la catástrofe”.
Juan Pablo Terra. Octubre 1985. “Mística, desarrollo y revolución”. (Prólogo a la cuarta edición).
Violencia callejera, utilización de las medidas de seguridad para alterar la composición de los Directorios de las empresas públicas, despidos masivos y militarización de trabajadores, clausura de periódicos y censura previa a la prensa, muestras ostensibles de afinidad con los gobiernos militares golpistas de Onganía en Argentina y Couto e Silva en Brasil: en el invierno del 68 el Poder Ejecutivo ha avasallado la Constitución y atentado contra las libertades democráticas.
El Parlamento elegido en noviembre del 66 fue cómplice de Pacheco. Fue, como se denunciaba por entonces con una frase de los tiempos de Terra, “un soldado tranquilo de la dictadura” . (1)
Interpelación al Ministro del Interior, Eduardo Jiménez de Aréchaga
En agosto del 68 había sido asesinado en las calles el joven estudiante Líber Arce. Antes y después numerosos estudiantes habían resultado heridos en enfrentamientos con la policía. Desde setiembre la policía de Montevideo ha empezado a usar un tipo de escopeta especial, denominada RIOT, que lanza perdigones y cuya utilización, se dice, es apropiada para contener disturbios.
Su uso va a provocar en pocas semanas 93 heridos (cifra que se reconoció después. en 1970), así como la muerte de otros dos jóvenes estudiantes: Susana Pintos y Hugo de los Santos.
Ante estos hechos, Zelmar Michelini promueve la interpelación en el Senado del Ministro del interior. La misma se realiza los días 24 y 25 de setiembre, participando en ella, además de Jiménez (Interior), los ministros Francese (Defensa Nacional) y García Capurro (Educación y Cultura).
En el curso de la interpelación se exponen exhaustivamente los ejes del discurso autoritario del régimen. En apoyo a sus argumentos el Dr. Eduardo Jiménez da lectura a un largo informe del Jefe de Policía de Montevideo, pieza antológica de la “literatura policíaco-militar”, que para tragedia del país conoció en esos años un desarrollo marcado.
El interpelante, Senador Michelini, al que se suman en sus críticas los Senadores Vasconcellos y Enrique Rodríguez, replica con fuerza lo que estima son falsedades del informe policial.
Zelmar Michelini lee, en ese momento, un informe del Sindicato Médico del Uruguay y del Hospital de Clínicas donde se da cuenta detallada de las intervenciones médicas de urgencia realizadas durante los episodios y el contexto en el que fueron ultimados los estudiantes Hugo de los Santos y Susana Pintos.
Pese a la gravedad de la situación y el cúmulo de argumentos que quedan sin responder, la sesión del Senado queda sin número para seguir sesionando y la censura al Ministro no llega a votarse.
En esos días, 29 de setiembre, cuando se presume que se reanudará el debate, en medio de una gran expectativa ciudadana, el P. Ejecutivo expresa, a través de una nota a la Asamblea General, que la censura al Ministro sólo se tomará en cuenta en caso de que se realice a través de los mecanismos contenidos en los artículos 147 y 148 de la Constitución, a partir de lo cual el Ejecutivo pondría en juego las facultades que le otorga la Constitución, disolviendo las cámaras y convocando a nuevas elecciones.
Hasta ese momento había 14 Senadores seguros para la censura (E. Rodríguez, Vasconcellos, Mastalli, Rodríguez Camusso, W. Beltrán, Vidal Zaglio, Zabalza, Gil, C.J. Pereira, Durán Rubio, Hierro Gambardella - enfrentado en este episodio a Jorge Batlle - y el interpelante Z. Michelini. Varios senadores estaban en duda, entre ellos, Wilson Ferreira, con fuertes indicios de que votarían la censura ante la gravedad de las afirmaciones del Ministro Jiménez.
Vasconcellos replicó con dureza. La nota de Pacheco, dijo. “es subversiva, constituye una provocación para el Parlamento”, preguntándose finalmente si el Ejecutivo no pretendería también “militarizar a los legisladores”.
No fue necesario. Después del anuncio presidencial, nuevamente la falta de quorum se instaló en el Senado. Y el Ministro continuó en el cargo.
La omisión de la mayoría parlamentaria se explica, en unos, porque concuerdan con el giro autoritario adoptado por el gobierno; en otros, por no estar dispuestos a poner en juego sus bancas, obtenidas las más de las veces a través de los sinuosos mecanismos habilitados por la legislación electoral.
La parsimonia con que entre 1968 y 1973 se transitó hacia la dictadura es una originalidad del proceso uruguayo. Lo que en Chile, Argentina, Brasil, Bolivia y otros países latinoamericanos se procesó con un cambio brusco de régimen, mediante golpes de estado militares, en nuestro país se fue cumpliendo en cámara lenta, a través de un período de cinco años en el marco de la “continuidad institucional” y sin renunciar a la fachada republicano democrática.
El tránsito hacia el régimen despótico se hizo desde adentro del sistema político y con el apoyo ampliamente mayoritario de los partidos burgueses.
La docilidad de la mayoría del Parlamento frente al desborde del Poder Ejecutivo mostró hasta qué punto los partidos tradicionales estaban ajenos a las aspiraciones democráticas de las masas populares, y eran bien sensibles a los requerimientos de las cámaras empresariales, hasta qué punto los partidos se habían “estatizado” y habían desarrollado una maquinaria clientelística y una legislación electoral que los volvía virtualmente incontrolables e impunes frente al sentir popular.
El Parlamento contribuyó, de un modo y otro, durante un largo período a implementar políticas antipopulares y por eso se desprestigió más que por la prédica “antiparlamentarista” de las derechas de tradición autoritaria (2) .
En momentos en que se ahondaba la crisis del sistema político, y se extendía la movilización popular, la tendencia, más allá de sus limitaciones, se orienta en la dirección de los cambios profundos, radicales, potencialmente revolucionarios.
Reclama más participación, confía preferentemente en la lucha sindical o callejera en menoscabo de la antesala y el tramiteo parlamentario, camino predilecto de la opción electoralista.
Por lo demás, en lo que tiene que ver con reivindicaciones parciales de algunos gremios, los partidos tradicionales terminaron demostrando tener todavía capacidad para ‘atender” e incorporar a su discurso los reclamos particulares (que el reformismo acercaba hasta las antesalas parlamentarias).
Habilitados por la legislación electoral cada uno de los partidos tradicionales tenía sus propias alas populares que rastrillaban para adentro del lema una buena proporción de adhesiones populares.
Estos mecanismos se revelaron tan consistentes que actuaron en las propias elecciones de 1971 - después de las grandes tensiones de aquellos años - en las que, pese a todo, entre ambos partidos lograron más del 80% de los cargos electivos.
Interpelación a Charlone
En marzo de 1968 el gobierno de Pacheco, a través de su Ministro de Hacienda, Dr. César Charlone, lleva a cabo en los EE.UU. una serie de acuerdos de renegociación y nuevos préstamos con la Banca acreedora norteamericana.
El texto de los compromisos asumidos por el país se mantuvo en secreto, hasta fines de setiembre, fecha en que el semanario “Marcha” difunde los pasajes más importantes.
A partir de ese hecho dos legisladores del P. Nacional, Héctor Gutiérrez Ruiz y Walter Santoro, plantean el llamado a sala del Ministro. La interpelación recién se llevará a cabo el 13 de diciembre, sobre el final del período legislativo.
Dirá entonces el joven diputado Santoro: “Ante esta afirmación, es de pensar que nuestro país está deteriorado, es de admitir que significamos poco en el exterior; y entonces, preguntamos: ¿dónde quedan las expresiones en el sentido de que nuestra economía y nuestras finanzas se recuperan, cuando vemos, como lo ha planteado con total claridad el diputado Gutiérrez Ruiz, que a los bancos particulares de nuestro país se les presta a un interés sensiblemente inferior y no se les exige garantía oro? Cotejo éste verdaderamente desgraciado, verdaderamente dramático en su comprensión y en sus resultados”. (DSCR, 13 de diciembre de 1968. Pág. 519).
Repercusiones sobre el sistema político
“No sé qué va a pasar; pero pasará algo. Quizás un tercer partido”.
Zelmar Michelini. Octubre de 1968.
A partir del 13 de junio comienza una repolarización político-partidaria en el país que recién culminará a comienzos de 1971, con la creación del FA.
Si, por un lado, Pacheco busca contacto con los blancos liderados por Echegoyen, los sectores desplazados del P. Colorado comenzarán a participar cada vez con mayor asiduidad en pronunciamientos o instancias de movilización en común con la izquierda tradicional y el movimiento popular.
La intensidad de la ofensiva gubernamental contra las libertades y el salario de los trabajadores repercutió en el sistema político: en más de una oportunidad aparecen convocatorias para reuniones o mesas redondas en las que empieza a prefigurarse el sistema de alianza que después se condensará en el Frente Amplio (convocatorias en las que junto con los representantes políticos de la izquierda tradicional aparecen Zelmar Michelini, Alba Roballo, Sergio Previtali, Santos Giorello Abelenda (P.N.), Héctor Gutiérrez Ruiz (PN), Juan Pablo Terra (PDC), etc.
En otro terreno, el Gral, Líber Seregni solicita, el 6 de noviembre, su pase a retiro. Su decisión se transformó no sólo en un hecho militar sino en un acontecimiento político.
En esos días en una reunión de los altos mandos con el Ministro de Defensa Gral. Francese, queda en evidencia el malestar existente en el Ejército ante decisiones del P. Ejecutivo, sin consulta ni asesoramiento técnico por parte de los mandos.
A raíz, según se dijo, de un comentario crítico a la actitud del gobierno, es sancionado, con 15 días de arresto, el Director del IMES (Instituto Militar de Estudios Superiores), Gral. Víctor Licandro, otro de los gestores, junto a Seregni, de la coalición de izquierda en 1970/71.
La irrupción de la guerrilla en el escenario de una movilización popular fuertemente sofocada va a suscitar simpatía en sectores amplios del movimiento estudiantil, de la clase obrera y de la intelectualidad.
Frente a cierto callejón sin salida al que conducía la estrategia reformista, la acción de la guerrilla parecía asumir la representación y la realización de los anhelos de respuesta que algunos sectores populares percibían como necesarios.
Al mismo tiempo, su irrupción generó en algunos sectores populares un reflejo de retracción y temor hábilmente inducido por los grupos defensores del Uruguay conservador que detentaban la hegemonía en el aparato estatal y en los medios de comunicación.
A las acciones de los grupos armados, generalmente poco cruentas, se sumaba en la percepción de sectores populares amplios, no organizados, de la ciudad y del interior del país, la sensación de inestabilidad provocada por los paros y huelgas, las manifestaciones, los “peajes” y los enfrentamientos con la represión que hemos enumerado anteriormente. Fueron factores que innegablemente contribuyeron a crear el “partido del miedo” a que hacían referencia los senadores Lepro y Penadés.
Este alineamiento hacia la derecha de sectores populares numéricamente nada desdeñables se expresará luego en las elecciones de 1971 en el apoyo al reeleccionismo pachequista, a la candidatura de J. M. Bordaberry o a la tendencia conservadora del Partido Nacional, del Gral. Aguerrondo.
Debate sobre la estrategia del movimiento
Como ha escrito Pablo González Casanova: “(…) Surgió un gran movimiento revolucionario con nuevas características de organización y nuevas expresiones ideológicas. Entre las múltiples polémicas destacó una: la que los nuevos revolucionarios tuvieron con los antiguos partidos comunistas. Esta polémica fue muy rica, sin duda la más rica en la historia del pensamiento socialista latinoamericano “.
Los acontecimientos de 1968 enriquecieron en el país el debate abierto en toda latinoamérica a partir de la revolución cubana. Tanto desde el campo intelectual como político y sindical se avanzó en el desarrollo de propuestas estratégicas de uno u otro signo.
En el movimiento sindical, el debate fue intenso. Si bien la democracia interna no era idéntica en todos los gremios, el debate era alentado por la propia encrucijada en que se encontraba el movimiento popular.
Seis sindicatos con una misma orientación
En un documento enviado a la dirección de la CNT el 17 de julio de 1968, seis sindicatos formulaban algunas consideraciones que resultan bastante definitorias del debate entre la tendencia y la mayoría controlada por el PC.
El documento firmado por la Unión Obrera del Bao, la Federación de Asociaciones Viales del Uruguay, el Sindicato Único de E. Ghiringhelli, la Federación Uruguaya de la Salud, el Sindicato Autónomo de TEM y la Unión de Obreros E. y S. de FUNSA señala, entre otras cosas, que “en esta situación social no existe margen para el diálogo, o sea para la conciliación y la blandura (…). No resulta posible, con seriedad, postular «retiradas tácticas» o sostener que hay que dejar de realizar medidas de lucha para producir una «desescalada de la represión»(…).
En el Uruguay la oligarquía nacional y extranjera está aprovechando todos los mecanismos de la «reforma naranja» (Constitución de 1966) para instaurar una dictadura legal (…). El golpe de estado clásico no ha sido dado, pero se está dando el golpe de estado «legal» a través de una escalada contra los sindicatos, contra las libertades, él nivel de vida y la independencia del país.
(…) Los sindicatos y la CNT tenemos, ahora más que nunca, una responsabilidad enorme. Somos plenamente conscientes que la situación no es sencilla y que la lucha puede ser dura y ha de ser larga. Por ello debemos librarla desde ahora. Por elemental solidaridad y a la vez por conveniencia de todos, no podemos permitimos dilaciones que hagan ir quedando solos a los gremios en combate “. Y se desarrolla luego la idea de la necesidad de un plan de lucha de conjunto para el movimiento obrero en esa encrucijada.
También resulta de mucho interés el “manifiesto a la militancia federal” firmado por distintas agrupaciones estudiantiles de tendencia: Area 3 (Arquitectura), Grupo 38 (Medicina), Agrupación 26 (Humanidades), Agrupación Lista 11 (Ingeniería), Grupo AGU 68 (Ciencias Económicas), Grupo Universitario de Izquierda ( C. Económicas), Lista 68 (Notariado), Grupo Militante (Química).
La dirección mayoritaria concebía la movilización sindical como un campo de trabajo importante pero, en última instancia, subordinado y subsidiario de una estrategia cuyo punto de condensación se esperaba alcanzar en el campo de la lucha electoral.
En enero de 1970 (después de que la represión y el aislamiento habían llevado a la derrota a varios conflictos: UTE, bancarios, frigoríficos) el Senador comunista Enrique Rodríguez escribe en un trabajo titulado “Los resultados de la táctica electoral en el terreno político-electoral”:
“Si esta táctica fue justa. si ella condujo, no a una confrontación total prematura sino a lograr el desgaste del enemigo, empujándolo a que se enrede en sus contradicciones inevitables, mientras el pueblo mantiene, en lo esencial, su presencia combativa, el resultado de esta táctica debe expresarse con cierta claridad ahora cuando se abre lo que llamaríamos la «salida política» “.
“Dicho de otro modo, la táctica empleada ¿cumplió el papel de crear unas mejores condiciones para que el pueblo actúe en el período político que ahora se acerca? De alguna manera, ese era uno de los fundamentos de la conducta asumida ante las medidas de seguridad. Y bien, ¿puede dudarse que también en este terreno - el estrictamente político electoral - los resultados de la táctica rendirán sin falta frutos maduros? “.
Esta concepción, predominantemente electoralista, será confirmada luego en el ler. Congreso de la CNT en mayo del 69. La persistencia de esta orientación aparece con más vigor en junio del 71, en ocasión del 2° Congreso de la CNT.
En el informe que, por mayoría, llevó al Congreso la Mesa Representativa se expresa: “Se podría decir que la oligarquía fue por lana y volvió trasquilada, pues el resultado de estos tres años ha sido el logro de una nueva correlación de fuerzas a nivel nacional.
(…) Las acciones que fuimos capaces de cumplir los triunfos que alcanzamos, la unidad lograda, han sido los factores que han permitido que hoy el pueblo se una a una expresión política antioligárquica y antiimperialista y que su acceso al poder será una alternativa concreta y próxima “.
Y en la resolución final, aprobada también por mayoría dice:
“De estas experiencias, de esta confrontación donde hemos participado en acciones y demostraciones por centenares de miles, donde hemos plebiscitado en favor de nuestras posiciones la opinión nacional, aflora una nueva conciencia, un cambio cualitativo en la correlación de fuerzas sociales de la República, posibilitando en el plano político una alternativa real de poder para la clase obrera y el pueblo.
Esta es la confirmación práctica del fracaso de la política oligárquica y la confirmación de la certeza de la táctica aplicada por la CNT”.
Los hechos posteriores demostraron hasta qué punto esas expresiones eran equivocadas y fue nocivo el sometimiento de la línea sindical a objetivos electorales. Los gremios golpeados en el 68-69 quedarán debilitados por un largo período, como se demostró posteriormente.
En diciembre de 1968, también a modo de balance escribía Raúl Cariboni en “Rojo y Negro”, portavoz de la FAU: “La extensión adquirida por el proceso de agremiación que se ha estado produciendo en nuestro país, impulsado por la necesidad de defensa económica frente a la inflación, evidenció en esta oportunidad su valor potencial como factor de cambio. Sin embargo las fuerzas acumuladas no tuvieron oportunidad de expresarse plenamente, debido a criterios nocivos de trabajo, arraigados en épocas más fáciles y que constituyen la médula del estilo reformista de acción gremial. Se demostró un vez más que la necesidad de acumular fuerzas no es más que uno de los aspectos importantes de las tareas a realizar No menos importante que eso es, obviamente, saber para qué se quieren esas fuerzas y cómo se las debe emplear Esto implica delinear una estrategia que supere el empirismo y la improvisación.
(…) La carencia fundamental ha sido la falta de una concepción estratégica de conjunto. La respuesta a las medidas de seguridad ha sido, en lo fundamental, espontánea. El reformismo, dueño de posiciones claves, no ha impulsado la lucha ni la ha coordinado. La inexistencia de un centro político revolucionario, con gravitación y fuerza para cumplir ese papel, determinó que el combate se desatara y sostuviera «gremio a gremio» sin una perspectiva de conjunto suficientemente coherente y previsora.
(…) A la vez que sus aspectos positivos, en estos seis meses el movimiento popular ha evidenciado limitaciones y carencias. Para muchos eso crea escepticismo o pesimismo sobre las posibilidades de la acción sindical, como factor importante dentro de la lucha contra la política del gobierno. Así como tampoco se plantean ningún tipo de metodología de tipo revolucionario, a nivel del trabajo de masas o a otros niveles, ciertas corrientes que, mientras se siguen proclamando partidarias del Che, de Fidel y de la OLAS, de la situación vivida extraen conclusiones de derecha.
Las insuficiencias reales del movimiento sindical y popular exigen esfuerzos por superarlas a través de la lucha, a través del procesamiento de hechos que crean conciencia, a través del insuperable trabajo ideológico y organizativo, lo que hará posible el fortalecimiento del movimiento popular y sus destacamentos de avanzada.
Pero quienes de este proceso de seis meses sacan, desde la «izquierda» conclusiones de derecha, piensan otra cosa, tal vez lo que coherentemente siempre han pensado, y que, dado que la situación no estaba tan definida, hasta ahora se disimulaba.
Una de esas conclusiones de derecha, que está en la raíz de otras, es la falta de fe en la gente, en el pueblo, en los sindicatos, en la lucha, en la acción directa. De ahí se deriva una práctica centrada en la gestión, la conciliación, la componenda, el diálogo. Menos diálogo y más lucha se concluye de esas tesis claudicantes “.
En enero de 1969, analizando los hechos, escribía el Dr. Carlos Quijano: “No sabemos si alguien puede creer que la revolución se hará mañana. Nosotros (…), no lo creemos. La revolución inevitable, entendida como la transformación sustancial de las estructuras es, según la vemos, todavía una larga marcha “.
Dice más adelante: “Nuestros países sólo saldrán del subdesarrollo por la vía del socialismo y la integración. En el mundo de hoy, ninguna de las naciones de habla hispana en América Latina tiene, aislada, posibilidades reales de viabilidad. Ello no supone la desaparición de las patrias. Exige, al contrario, la afirmación de las mismas. América integrada será la América de las patrias o no será. Hace ciento cincuenta años que Artigas lo vio así.
Pero si no creemos en el modelo capitalista, tampoco creemos que las condiciones geopolíticas y económicas de una revolución estén dadas hoy en el Uruguay de 1969. Y es necesario, absolutamente necesario que sobre estos y otros puntos, cada uno de nosotros, aunque solo sea para evitar caer en verborragias infecundas, medite y se confiese. Cuando se emprende una marcha y se tiene un destino y la revolución es una marcha y un destino, hay que trazarse en lo posible, al margen de las sorpresas del camino y de la lucha cotidiana, con el itinerario un calendario: un mapa de la ruta y una tabla de fechas y etapas.
Si de aquí a 1971 las posibilidades de revolución no existen (…), qué hacer entonces?”
Y agrega más adelante: “Si se entiende que vale la pena luchar por una alternativa de oposición, por la alternativa de constituirse en la única fuerza de oposición auténtica y si se cree que asumir la responsabilidad de esa alternativa puede apresurar o facilitar la transformación y no degenerar, como ha ocurrido en otros casos, en una entrega, entonces la tarea está perfectamente señalada: organizar esa fuerza, una fuerza que no reduzca su labor a la puramente parlamentaria (…) (“Marcha”, 24 de enero de 1969).
En diciembre de 1993, Immanuell Wallerstein dijo en una conferencia: “Era pues la realización de antiguas esperanzas entre los años 1945-1968, esperanzas que llegaron a ser consideradas como falsamente realizadas, lo que subyace explica la revolución mundial de 1968. Esa revolución se dirigía ante todo contra el sistema histórico: contra EE.UU. como potencia hegemónica de ese sistema, contra las estructuras económicas y militares que constituían los pilares de ese sistema. Pero la revolución se dirigía igualmente, sino más, contra la vieja izquierda… “. (Después del neoliberalismo. Siglo XXI. Pág 260).
¿Los sucesos de 1968 en Uruguay formaron parte de esa revolución mundial?
Obviamente nuestro país no estaba aislado del mundo. El mayo francés fue conocido en Montevideo y algunas de sus consignas, afiches y estilos tuvieron cierta resonancia en las movilizaciones juveniles.
También tuvieron eco en Uruguay las movilizaciones universitarias en los Estados Unidos, Alemania, Brasil y la masacre de Tlatelolco en ciudad de Méjico.
No obstante, como hemos tratado de demostrar a lo largo de este libro, las raíces profundas de la confrontación del 68 están en la voluntad de las clases dirigentes de arrebatar autoritariamente las conquistas de los trabajadores logradas en los últimos cuarenta años. Y adecuar las estructuras políticas para alcanzar eficazmente esas metas.
La izquierda actuó en ese período unida orgánicamente en el plano gremial aunque las divergencias entre el PCU y sus aliados y la tendencia en cuanto a la táctica sindical eran ya bastante evidentes y no harían sino profundizarse.
La situación nacional y el clima que se vivía en toda Latinoamérica hizo que la izquierda creciera y acrecentara su protagonismo a nivel nacional, pero se mantuvo profundamente dividida en el plano de las estrategias políticas y de alguna manera esta división obstaculizó no solo actuar de manera conjunta sino pensar la situación del país y las relaciones de fuerza con suficiente racionalidad y coherencia. El dogmatismo y las dificultades para desarrollar adecuadamente un pensamiento propio tuvieron hondas consecuencias negativas.
Todas las fuerzas desatadas en el 68 - tanto en el campo popular como en las clases conservadoras - continuarán creciendo en los cinco años siguientes, generando profundas transformaciones en el país.
NOTAS
(1) De acuerdo a la Constitución la “dueña” de las Medidas Prontas de Seguridad es la Asamblea General, la que fue convocada 58 veces, sesionando sin quorum para decidir sobre el posible levantamiento de las mismas. A lo largo de 1968 el diputado quincista Julio María Sanguinetti no concurrió una sola vez las sesiones.
(2) En 1972, el nuevo parlamento elegido en las elecciones del 71 cumplirá, en lo sustancial, el mismo papel. Ahí se alzarán las manos de los “representantes del pueblo” para votar el Estado de Guerra Interno, la suspensión de las garantías individuales y la Ley de Seguridad del Estado que instala la “justicia” militar para los delitos políticos.
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1/1/09
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