21/12/08

La Operación Cóndor y la guerra fría

RESUMEN
Este artículo narra el impacto de las dictaduras militares y la creación de la Operación Cóndor en Cono Sur latinoamericano, en el contexto de la "Guerra Fría". Para su estudio, el artículo está dividido en tres momentos. En el primero, se analizarán los principales factores estructurales que desencadenaron en las dictaduras y la conformación de la Operación Cóndor. En el segundo el accionar de la operación Cóndor como "policía" de la lucha contra el socialismo en el Cono Sur y en el tercero algunos problemas que tuvieron que afrontar la redemocratización de estos países.



INTRODUCCIÓN
La tensión entre la subjetividad y el análisis histórico siempre está presente pero es mayor frente a acontecimientos del Pasado Reciente por la persistencia de los actores sociales y sus personajes. Lo anterior define al pasado reciente que es un pasado que aún no ha pasado e implica un esfuerzo mayor del historiador (que confronta sus posturas personales durante el periodo que estudia y los datos que brindan las fuentes que utiliza) y del lector, que a veces no se permite leer posturas encontradas con su interpretación de los mismos hechos. En este sentido es importante analizar que el artículo parte de una defensa a la democracia (en oposición a la defensa de las dictaduras inevitables), al respeto a la autodeterminación de los pueblos y a los derechos humanos. El impacto de las dictaduras en el Cono Sur, que además fue campo de batalla de la "Guerra Fría", ha sido central en su actual conformación social. Su pobreza estructural y su poca capacidad de negociación ante los intereses trasnacionales, no es sólo resultado de la vorágine globalizadora sino también del sabotaje estadounidense en el contexto de la guerra fría, a cualquier intento de socialismo o capitalismo fuerte en la región. En este sentido, fueron fundamentales la Operación Cóndor y la cadena de gobiernos antipopulares legitimados a través de la represión, propiciada por los Estados Unidos para mantener su hegemonía. Para su estudio, el artículo está dividido en cuatro momentos. En los dos primeros, se analizarán los principales factores estructurales que desencadenaron las dictaduras y la conformación de la Operación Cóndor, respectivamente. En el tercero, el accionar de la Operación Cóndor como "gendarme" de la lucha contra el socialismo en el Cono Sur y en el cuarto algunos problemas que tuvieron que afrontar la redemocratización de estos países.




I. PRINCIPALES PROCESOS SOCIALES INTERVINIENTES EN LA CREACIÓN DE LA OPERACIÓN CÓNDOR
Los procesos estructurales que contribuyeron a la existencia de la Operación Cóndor están complejamente entrelazados, pero a fines analíticos se han agrupado en tres. El primero es la histórica alianza entre las clases dominantes locales y la de los países centrales; el segundo, altamente influyente, es la de los intereses estadounidenses en la región durante la guerra fría y la de su acción ideológica sobre los ejércitos nacionales y finalmente, el tercero es la conformación de los gobiernos progresistas. El conflicto se originó por la retroalimentación mutua de los dos primeros y la oposición al tercero.

Con respecto al primero, la estrecha relación de las oligarquías nacionales y la de los países centrales determinó gran parte del desarrollo histórico del Cono Sur. El fuerte enlace entre la estructura de poder local e internacional, adecuaron el control social al sistema de producción de los países periféricos1. El dominio se concentró en una oligarquía de comerciantes y latifundistas apoyados por el ejército que retuvieron casi todo el poder económico. Durante el siglo XX, la falta de una burguesía nacional fuerte; la pasividad de la masa (sometida por una oligarquía omnipresente) y el imperialismo norteamericano (que para defender sus intereses protegió a enemigos de la democracia), propiciaron las dictaduras2. Si bien la legitimidad de la democracia no se discutía y las dictaduras sólo eran régimen de excepción, estas últimas eran muy recurrentes. Los países centrales, al comercializar las materias primas que las clases altas explotaban3, reforzaron el latifundio y un nuevo colonialismo económico. Como resultado, las oligarquías se debilitaron frente al extranjero; surgió la clase media (principalmente urbana) y los trabajadores se organizaron en numerosas entidades en un contexto de pseudodemocratización respetuoso del orden neocolonial4. Así, el control social fue prioritario para establecer relaciones sociales convenientes a los intereses de las potencias y justificó la intervención oficial en auxilio de privilegios minoritarios desprotegiendo necesidades colectivas. De esta forma el proceso mediante el cual algunos grupos de marginados se transformaron en activamente contestatarios, fue relativamente sencillo. La disminución de la calidad de vida a niveles mínimos de millones de ciudadanos los llevó a procurar sobrevivir como sea. Estos grupos fueron consecuencia del sistema social excluyente mientras el Estado era una organización para la protección de los grupos de poder que apeló tanto a prácticas legales como ilegales5.

La íntima relación entre la potencia hegemónica, los Estados Unidos, y los grupos dominantes locales remite al segundo proceso. Al finalizar la segunda guerra mundial, la actitud de Washington hacia América Latina estuvo determinada por la división de las áreas de influencia con la URSS; la derrota de la guerra de Vietnam y el triunfo de la revolución socialista en Cuba. Luego de la humillación que significó Cuba, la Casa Blanca necesitaba incidir sobre cualquier gobierno antinorteamericano para seguir dominante en la región, pero no podía por el repudio que generó en su sociedad la guerra de Vietnam. La salida fue la Doctrina de Seguridad Interna que para Estados Unidos implicó el apoyo a gobiernos que ejercieran la función de policías en la región6. En 1967 el secretario de Defensa Norteamericano afirmó que el objetivo principal para Latinoamérica era el desarrollo de fuerzas militares y paramilitares locales para asegurar la seguridad interna7. Estados Unidos, se preocupó por el fortalecimiento de los ejércitos latinoamericanos (sólo entre 1970 y 1973 les destinó cerca de 4.300 millones de dólares) y por difundir la doctrina de la seguridad nacional en distintas instancias de instrucción. La Escuela del Ejército de las Américas, en Panamá, fue el principal centro de adiestramiento para extranjeros aunque existieron otros8. Todos los cursos incluyeron en sus programas un momento para alertar sobre el peligro del avance rojo. En algunos se enseñó a torturar (practicando en los mismos alumnos9) o a fabricar bombas con elementos caseros. En Paraguay, entre los Archivos del Horror (ver punto IV) se encontró un manual de Fort Gulick para interrogadores que instruía sobre cómo mantener vivas a personas torturadas con electricidad10. Además de su asesoramiento, la inteligencia estadounidense distribuyó equipo eléctrico de tortura e intercambió información sobre exiliados. En Fort Gulick, además de la Escuela de las Américas, funcionó el centro de planificación y operaciones contrainsurgentes hemisféricas que favoreció las comunicaciones internacionales para la Operación Cóndor a través de la red de telecomunicaciones del Gobierno de los Estados Unidos11.

Pero en oposición a los dos procesos anteriores, surgieron en el Cono Sur gobiernos que propugnaron el desarrollo interno postergando los acuerdos de explotación de recursos naturales con las multinacionales. Tampoco tenían intenciones de aceptar la injerencia de los Estados Unidos y, aunque muchos de sus mandatarios no eran socialistas, existía la posibilidad de la constitución de un eje de países nacionalistas. Estos gobiernos proponían ficciones orientadoras nacionales populares opuestas a las ficciones construidas por las oligarquías12. Esto fue sin duda uno de los detonantes de las dictaduras latinoamericanas, ya que estos proyectos de país de crecimiento hacia adentro desarticulaban la estructura extravertida de producción primaria. Esta ficción se retroalimentó a través de distintas expresiones (partidos políticos, algunas corrientes religiosas, pedagógicas, artísticas, escuelas filosóficas, etc.), que provocaron una movilización de los sectores populares y medios y alarmaron a los grupos dominantes y a la Casa Blanca que lo vieron como una amenaza al status quo e infiltración comunista. Sumado a esto creció la violencia política y el descrédito de la democracia, luego de gobiernos impotentes (cuando no cómplices) ante las apetencias de las oligarquías y las multinacionales. El triunfo de la revolución cubana impulsó otro modo de hacer política según el cual una toma violenta del poder terminaría con los vicios de estas sociedades. Así surgieron los grupos guerrilleros PRT, Montoneros, Tupamaros y MIR, cuyo optimismo desvalorizaba a sus oponentes mientras estos organizaban una contraofensiva con el apoyo velado de Washington13. La represión estatal fue infinitamente violenta, torturó, mató y desapareció a cientos de personas; infló hechos de violencia por parte de las guerrillas y manipuló noticias. Apoyándose en la Doctrina de Seguridad Nacional todo civil fue un potencial enemigo y los sospechados fueron eliminados sin juicios, violando sus derechos, robándoles sus bienes; mientras que los adeptos al régimen se enriquecían gracias al Estado. De esta manera el Cono Sur se vio asolado por cuatro tipo de dictaduras. La personal: Paraguay (con el Gral. Stroessner, 1954-1989). Las burocráticas y desarrollistas: Argentina (1966-1970) y Brasil (1964-1985). Las nacionalistas y reformistas: Bolivia (Gral. Torres, 1970-1971) y Perú (Velazco Alvarado, 1968-1975). Finalmente, los regímenes terroristas y neoliberales de Argentina (1976-1983); Bolivia (1971-1978); Chile (1973-1988) y Uruguay (1973-1988)14. Entre estas últimas se ideó la Operación Cóndor.




II. EL NACIMIENTO DEL CÓNDOR
El derrocamiento del General Juan José Torres en Bolivia fue la puerta a dictaduras más sangrientas. Su gobierno, apoyado en la Central Obrera Boliviana, fue derrocado por grupos proestadounidenses al mando del General Hugo Bánzer, el 21 de agosto de 1971. La represión fue intensa, el 23 de agosto, el General Zenteno Anaya, ordenó a sus tanques pasar por encima de universitarios que bloqueaban una avenida15. Aunque los Estados Unidos premió al dictador con créditos, éstos no mejoraron la calidad de vida de los ciudadanos y en 1972 se realizó una maxidevaluación. Al año siguiente el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) retiró su apoyo a Bánzer y en 1974 la crisis social se agudizó aún más cuando algunos precios de la canasta de productos básicos subieron al doble. En consecuencia, una gran agitación nació en Cochabamba que fue respondida con más violencia; en la Masacre de Valle murieron al menos ochenta bolivianos16. Luego de un intento golpista realizado ese año, Bánzer reemplazó los civiles de su gobierno por tecnócratas neoliberales y uniformados y suspendió los partidos políticos y los sindicatos.

Controlada Bolivia, el triunfo de las Elecciones de la Unidad Popular en Chile fue la próxima preocupación de la Casa Blanca. De inmediato la CIA puso en marcha el fallido Proyecto Fulbert para impedir la asunción de Allende y colaboró en el asesinato de René Schneider, Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, cuyo reemplazo fue otro fiel constitucionalista, el General Carlos Prats. Si bien en un principio los intentos golpistas no fueron eficientes, la asfixia económica daba sus frutos. Estados Unidos saboteó los prestamos a Chile, invitó a sus empresas a retirarse de países que le comerciaran y solventó a numerosos conspiradores (por ejemplo, la central de la CIA en Paraguay financió parte de la huelga de camioneros y también recibió ayuda el líder neofascista del Frente Nacionalista Patria y Libertad, Roberto Thieme, oculto en Mendoza17). Hacia 1973, los industriales formaron el "Sistema de Asociaciones Civiles Organizadas" a fin de provocar un desabastecimiento18. En setiembre el cerco se había cerrado, Prats tuvo que renunciar y el día 11 el general Augusto Pinochet perpetró el golpe asesinando la única democracia en su tiempo con madurez suficiente para permitir la asunción de una coalición comunista.

La huida de bolivianos y chilenos hacia Argentina se sumó a la de los uruguayos. El 27 de junio de 1973 el Presidente electo de Uruguay, Juan María Bordaberry, había disuelto el Parlamento con apoyo de las Fuerzas Armadas. Tres años después, estas fuerzas echaron a los civiles del gobierno. En Argentina, la cantidad de inmigrantes limítrofes ascendió de 533.850 a 753.428 entre 1970 y 198019. El ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) le prestó un gran apoyo y entre junio y septiembre de 1976, trasladó de la Argentina a 1.075 exiliados, mientras otros 1.511 le pidieron amparo. El mayor contingente fue el chileno, durante 1974 ingresaron por Mendoza 107.80020. El Diario Los Andes registró el cruce de la cordillera a pie de miembros del MIR, que se reunieron con Montoneros. Estos últimos, junto a tupamaros cruzaron hacia Chile y numerosos chilenos y argentinos se organizaron para presionar una redemocratización formando sindicatos, estudiantiles, partidos políticos, uniones vecinales y entidades culturales. Esta intensa actividad preocupó a Pinochet y los vio como sus principales enemigos, así surgió Cóndor. Una de las primeras acciones contra los exiliados fue el asesinato de Carlos Prats en 1974. Quince días antes él le había confiado a Gladys Marín (del partido comunista chileno) que sabía que la DINA, la CIA y la Triple A, planeaban su muerte21. Pero para entenderlo es necesario ampliar lo que sucedía en Buenos Aires.

Es común escuchar las quejas de peronistas que afirman que tanto el derrocamiento como el regreso del general Domingo Perón fue fruto de la instigación estadounidense. Esta afirmación polémica (que reduce los acontecimientos argentinos a meras repercusiones de los intereses de EEUU en la región), no es fácil rebatirla. Durante su exilio, el general se había convertido en un mito poderoso, y muchos jóvenes de clase media y alta (hijos de los antiguos antiperonistas) se identificaban con esa imagen romántica que el líder usufructuaba. El giro hacia la izquierda de gran parte del peronismo (liderada por la juventud peronista) durante su exilio alarmó a Washington. La muerte de Perón fuera del país haría su mito irrefrenable y fácilmente manipulable desde visiones izquierdizantes. Al país del norte le convenía un regreso rápido del general pero acompañado por personas "confiables". Esto explicaría las alianzas tejidas en España por la mano derecha de Perón, López Rega, con grupos anticastristas, fascistas italianos y franquistas ¿Pero fue López Rega un infiltrado de derecha o sólo cumplía las órdenes de Perón? Ya en Argentina López Rega, desde el ministerio de Bienestar Social organizó la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) que, entre 1973 y 1976, asesinó a 2.000 militantes en su mayoría peronistas de izquierda pero también comunistas y socialistas22. Paralelamente, el por tercera vez Presidente Perón fustigó la ascensión de la violencia y prometió esclarecer los hechos. Repudió al golpe contra el presidente chileno y le ofreció a Carlos Prats todo su apoyo poco antes que fuese asesinado. Su sucesora, la viuda María Estela Martínez de Perón, fue más dura. Permitió el Operativo Independencia en la selva tucumana, donde alrededor de 600 miembros del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) intentaron provocar un foco revolucionario sin mayor éxito. En contrapartida el ejército envió cerca de 5.000 hombres en forma rotativa a modo de entrenamientos para el futuro terrorismo de Estado. Sólo por el campo de concentración "La Escuelita" pasaron 1.500 desaparecidos (casi el triple de los miembros del ERP), supuestamente para terminar con las bases urbanas de la guerrilla.

A mediados de los setenta, las fuerzas represivas del Cono Sur habían controlado la situación con un saldo de cuatro millones de exiliados en países vecinos, 50.000 asesinatos, al menos 30.000 desaparecidos, 400.000 encarcelados y 3.000 niños asesinados o desaparecidos23. En julio de 1975, la séptima Conferencia Bilateral de Inteligencia entre Paraguay y la Argentina, llegó a la conclusión que era necesaria la coordinación de las actividades de inteligencia de ambos países24. Tres meses después, la DINA organizó un encuentro de los jefes de inteligencia militar de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay; aunque la Operación Cóndor nació en una reunión posterior en la que sólo invitó a Paraguay25. La misma consistía en la recolección, intercambio y almacenamiento de información sobre líderes y grupos políticos, entre los países del Cono Sur. Además, realizarían operaciones conjuntas en los países miembros con el fin de secuestrar y llevar a sus países de orígenes a los exiliados políticos o de eliminarlos (como ya había ocurrido con Carlos Prats y su esposa). Finalmente también acordaron la organización de una "Tercera Fase" parar realizar tareas conjuntas en países no miembros de esta operación que asilaban a personalidades molestas para las dictaduras sudamericanas. Desde la Casa Blanca el secretario de Estado, Henry Kissinger advertía a las embajadas de Buenos Aires, Montevideo, Santiago, La Paz, Brasilia y Asunción, prudencia en estas acciones26.

Leer: La Operación Cóndor y la guerra fría (II)

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