9/8/08

Oscar Gestido III

Seguramente de desgastes, tensiones y proyectos frustrados se alimentó la inesperada muerte del Presidente Gestido. Un mal cardíaco de vieja data al que nada bien hacían ni su sedentarismo ni su trabajo excesivo ni los contínuos rozamientos políticos, terminó con su vida. Por cierto que seguía un régimen alimentario estricto que controlaba personalmente su esposa, pero en ocasiones trataba de zafarlo. Mario Esteban, quien fuera prosecretario del Consejo de Gobierno nacionalista iniciado en 1963, del cual Gestido era representante de la minoría colorada, le recordaba al autor de estas notas que Gestido solía enviar por las tardes a personas de su confianza a la panadería para que le compraran los bizcochos que le estaban vedados por su dieta. El mismo día que cumplía doscientos ochenta días de mandato, envejecido y con el cansancio marcándole el rostro, había asistido a una serie de actos. El de mayor importancia para él, era la entrega personal del diploma como oficial del Estado Mayor la Fuerza Aérea a su hijo Eduardo en un acto efectuado por la mañana. Por la tarde había ido a Rivera para asistir a los actos de la XIV Semana Hípico Militar y luego regresó a Casa de Gobierno. Llegó a su domicilio tarde y con aspecto demacrado y no quiso comer la cena que como todas las noches le preparaba doña Elisa. Tampoco miró en televisión sus series preferidas: la comedia argentina Jacinta Pichimahuida o los episodios de Mister Sólo, Ben Casey o La Caldera del Diablo. Ni siquiera comentó con su esposa que una vieja dolencia cardíaca había comenzado a causarle dolores y evitó informarla que días antes, una voz de mujer lo había amenazado por teléfono con matarle a los nietos y que alguien le había enviado una corona fúnebre a la Casa de Gobierno con una tarjeta instándolo a arreglar un conflicto gremial en la Colonia Suárez con el apercibimiento "esto es una ofrenda póstuma".

Tumbado por el cansancio y su problema cardíaco, Gestido se dispuso a dormir el último sueño de su vida. Pasada la medianoche, alarmada por su respiración alterada la señora Elisa de los Campos se decidió a llamar al médico de la mutualista militar doctor Antonio Farcic quien luego de inútiles esfuerzos, certificó su deceso. Veintidós años después, quien era en ese momento Director de Planeamiento de su gobierno, el doctor Carlos Manini Ríos entrevistado por este cronista recreó aquellos momentos. "Semanas antes yo había ido con gestido a la denominación oficial del liceo de Pando al cual se le iba a designar con el nombre del ex Consejero Brause. Cuando terminó el acto y se descubrió la placa, la directora del liceo llevó a Gestido a mostrarle las aulas. Una de esas cosas que obligan a hacer a los presidentes porque no hay nada más parecido a un aula de un liceo que un aula de otro liceo. En ese momento recuerdo haber mirado a Gestido desde atrás y lo encontré realmente mal. Avejentado, vacilante como con poca salud. Volvimos a Casa de Gobierno y me fui al despacho del vicepresidente Pacheco que era una habitación chica que daba a la esquina de San José y Ciudadela. Conversamos un rato y de pronto le dije: "tú andate preparando para ejercer la Presidencia porque para mí Gestido está muy mal". La primera reacción de Pacheco fue de fastidio. Si había un vicepresidente que no tenía ningún interés en que faltara el presidente, era Pacheco. "¿Qué relaciones tienes tú en los distintos niveles de gobierno, incluso el nivel militar?" -le dije- "porque tengo miedo que pase lo peor". Muy poco tiempo después recibí en esta misma casa el anuncio de su muerte. Me vestí, saqué el coche y me fui a la calle Pereyra, a pocas cuadras, donde estaba el domicilio de Gestido. Al llegar vi una escena patética. El presidente estaba muerto en una camita de hierro pintada de blanco a cuyo costado había una alfombrita de un metro. Gestido no era afecto a la pompa pero tenía un gran sentido de su rango. No se puede decir que fuera un modesto gracias a Dios porque no hay cosa más terrible que los modestos (se ríe). Era una casa muy humilde y me acuerdo que en el patio del fondo estaban (Jorge) Pacheco, (Héctor) Giorgi y (Líber) Seregni que era comandante en jefe. Cambiamos unas palabras y de inmediato le dije a Pacheco (que es el único presidente con el cual me he tuteado porque tenemos una relación de mucho tiempo) "¿tú que estás haciendo acá?" Pacheco me miró como diciendo "¿y a éste qué le pasa?". Y entonces le dije: "¿por qué no te vas a Casa de Gobierno antes de que entre otro?". En aquel momento Pacheco no tenía como tuvo después raíces firmes. Ni políticas ni militares. Y como yo algo de historia de mi país conozco, sé que en estas circunstancias siempre hay un riesgo". (...) Pacheco me escuchó y al ratito nos fuimos a la Casa de Gobierno".

Según la crónica de los diarios del día siguiente, la conversación antedicha tuvo lugar poco rato antes de las cuatro de la madrugada porque a las cuatro y siete minutos Pacheco llegó a la Casa de Gobierno acompañado de los ministros de Interior y Defensa Nacional Augusto Legnani y Antonio Francese. Allí los estaba aguardando el escribano de gobierno Raúl de Castro. Minutos después arribaron los ministros Justino Carrere Sapriza, Manuel Flores Mora y el Intendente de Montevideo coronel Bartolomé Herrera, asumido luego de la renuncia de Glauco Segovia. A las cinco y veinte, Jorge Pacheco Areco era el nuevo Presidente de la República. Concidiendo por una vez con los editoriales de los diarios, los homenajes parlamentarios reconocieron unánimemente que Gestido había sacrificado su vida, trabajando más de lo que su quebrantada salud se lo autorizaba, sin haber logrado sortear los obstáculos que las circunstancias habían colocado a su alrededor. Uno de los diputados, el doctor Aquiles Lanza, dijo unas palabras que increíblemente serían muy parecidas a las que otros legisladores pronunciaron como homenaje a su propia muerte, acaecida en 1985. "Ha pagado tributo a esa sobrecarga emocional que los políticos llevamos para nuestras casas sin que muchos se den cuenta y que van minando nuestros organismos hasta que en algún momento no responden". Aquiles Lanza falleció dieciocho años después mientras ejercía la Intendencia de Montevideo, como consecuencia de un problema cardíaco mal atendido, ocasionado por el exceso de trabajo y las tensiones de su cargo, igual que el Presidente Gestido. El senador Wilson Ferreira Aldunate tampoco ahorró los elogios para el gobernante fallecido". Lo que nos queda es un alto valor, lo que no queda es un hombre honrado, valiente, respetuoso de sus adversarios, con una gran ponderación y una gran elegancia espiritual. Cualquiera que sea su orientación -la nuestra no era la suya- deseámosle al país gobernantes de este estilo".

Aún sus más decididos opositores, como el doctor Carlos Quijano, no vacilaron en un panegírico póstumo de excepcional concepción literaria, algunos de cuyos párrafos se transcriben a continuación. "He aquí que la muerte llega sigilosa y todo lo trastorna. Porque este repentino desenlace es en las circunstancias actuales una catástrofe nacional. La fábrica es endeble y está como nunca amenazada. Tuvo el Presidente Gestido que segar donde no había sembrado y recoger donde no había esparcido. No eran muchas quizás sus fuerzas, pero se le sabía hombre probo, honrado en el obrar, recto de ánimo, íntegro, poseído por el amor a su país, entregado al afán que habia asumido. Es posible que la empresa haya superado y agobiado al hombre; pero también es innegable que jamás el país estuvo tan desvalido y jamás tan duro fue el azote. Quiso salvar a su país y no pudo. Toda su callada y solitaria tragedia está ahí. La callada y solitaria tragedia de un hombre ya camino al ocaso, que ve derrumbarse definitivamente sus sueños y fracasar la empresa a la que entregaba su vida. (...) Gestido fue una víctima de su infatigable empeño; pero también del tiempo y del engranaje. Como en el texto bíblico "él mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias". (...) Muerte inesperada que agrega más sombras a las sombras. Una país está hecho de muchos y silenciosos sacrificios. Que el sacrificio de Gestido nos ayude a reencontrar y rehacer el país. Desde ahora, cuando de él ya es toda la eternidad para descansar".

Entrevistado en 1995, uno de sus más íntimos amigos el señor Agustín Barbato recordó un episodio compartido con el entonces presidente y unas palabras pronunciadas por él que pueden explicarlo todo. "Siendo ya presidente me invitó a una reunión politica en su casa. Fui con Carlos Ribeiro que fue diputado varias veces y Ministro de Turismo. Había varios legisladores de su grupo y dirigentes políticos. No me acuerdo el tema concreto de la citación porque en ese momento los problemas eran tantos y tan grandes que las reuniones se sucedían. Esa me quedó grabada porque en un momento determinado de su exposición Gestido dijo: "Por muchas que sean las dificultades no voy a abandonar la lucha. En último caso que mis cenizas y mi sacrificio personal puedan servir para algo".

En ese convencimiento y en esa esperanza, murió.


Cesar Di Candia

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