Sobre la Avenida Agraciada, en el número 3715 casi en la esquina con Valentín Gómez, hay una casa de dos plantas con un gran fondo que llega casi hasta Valle Edén, la calle que está a los fondos. Esa casa antigua, alquilada desde hace más de veinte años, es la sede del Seccional 20 del Partido Comunista Uruguayo. En la fachada un gran cartel promueve la difusión del diario del Partido: “El diario luchar está siempre en El Popular. En su 15º aniversario contribuye con un nuevo lector”.
Enfrente está la ferretería Diano, muy cerca está el cine Alcázar, y un bar. El Paso Molino es un lugar de casas bajas, de vecinos de clase media. Algunas casas se destacan en el barrio, testigos de una época de mayor esplendor: en una de ellas vive Francisco Forteza, el ministro de Economía.
En el Seccional 20 se reúnen los comunistas de Belvedere, La Teja, Paso del Molino, Nuevo París, Pueblo Victoria. Obreros de las fábricas, de los talleres y frigoríficos, de las metalúrgicas Nervión y Ferrosmalt, de la fábrica de vidrio CODARVI, de la textil La Aurora, de la fábrica de jabón Bao.
El Seccional, a la vez que local de militancia, hace las veces de lugar de encuentro, de desarrollo de la vida social de los militantes de la zona.
A pocas cuadras del Seccional está el liceo Bauzá. “Por su ubicación, el Bauzá era un collage de niños bien del Prado, clase media de Belvedere e hijos de obreros de la Teja y el Cerro. Poco a poco se formó allí un grupo fuerte de la Juventud Comunista” recuerda Daniel Tourón, ex alumno y militante en aquellos años de la Unión de Juventudes Comunistas (UJC).
El liceo Bauzá es un baluarte de la ultraderechista Juventud Uruguaya de Pie (JUP). Uno de los más destacados miembros de la JUP en el liceo Bauzá es Miguel Sofía, señalado como integrante del Escuadrón de la Muerte por Nelson Bardesio.
“En 1970 vino la intervención de Enseñanza Secundaria que detonó explosivas movilizaciones en todos lados, también en el Bauzá. Ciertos fachos como el famoso Manco Ulises, se inscribieron en el liceo que vio así el resurgimiento de la derecha, gracias a ellos y, sobre todo gracias a una serie de “metidas de pata” de la izquierda, desgarrada en aquellos años por conflictos ideológicos y por la competencia en la combatividad” señala Daniel Tourón.
La violencia domina la vida del liceo Bauzá, violencia contra los profesores de izquierda, y entre los estudiantes.
El grupo derechista que integran entre otros Leonardo Cocorito Dugrós, El Manco Ulises, Daniel García Pintos, Juan José Galeazzi, Julio Ribas, Gabriel Melogno, Pelayo Amorín y Miguel Sofía entra habitualmente armado al local. En la explanada del frente del liceo son famosas las grescas donde abundan insultos, golpes, cadenazos y tiros. Por eso se impone la revisación de los estudiantes antes de entrar a clase. Los militantes de la JUP cuentan con la complicidad del cantinero del liceo, que les guarda las armas. A veces también las dejan en la comisaría del barrio, la Seccional 18, de la calle Félix Olmedo y pasan a buscarlas por allí antes de ir a clase.
Por su parte, los estudiantes comunistas del Bauzá tienen en el Seccional 20 un lugar de refugio, encuentro y reunión.
En la avenida Agraciada, a pocas cuadras del Seccional, está la sede de la Región Militar Número 1, la más poderosa región militar del país que será comandada a partir del 22 de abril de 1972 por el general Esteban Cristi. Su nieto es alumno del Bauzá y miembro activo de la JUP. Alguna que otra vez, cuando el muchacho, que siempre anda armado, tiene problemas, el general deja la Región Militar y llega hasta el liceo para defenderlo.
El Seccional 20 del Partido Comunista Uruguayo y esta zona del Paso Molino son el escenario de la matanza que ocurre en la madrugada del 17 de abril de 1972.
El Partido Comunista ha organizado un sistema de guardia permanente en todos los locales. El Seccional 20 ha sido objeto de atentados y los militantes han instalado en la azotea, sobre el pretil, una plancha de hierro para protegerse de posibles balaceras cuando vigilan por la noche.
Domingo 16 de Abril
“El domingo había mal ambiente en el barrio, se olía algo, no sé qué, pero la cosa estaba fea. Circulaban muchos autos militares y roperos. Una compañera que vivía enfrente estuvo de mañana en la 20 y les pidió a los muchachos que esa noche no hicieran guardia, que se fueran. Recuerdo que les dijo “¿Qué se van a quedar haciendo acá: cuidando paredes?”. “Un VW blanco dio vueltas todo el día por la zona” dice Orietta Girelli, que vive hace más de treinta años en la calle Félix Olmedo a una cuadra del Seccional 20.
10:30
Luis Alberto Mendiola, Secretario de Propaganda del Seccional, llega a la casa de Ariel Ribeiro y Gregoria Noguera, militantes comunistas. “Mendiola estaba preocupado, dijo que había movimientos raros alrededor del local. Ariel, mi marido, era el secretario de Finanzas de la 20. Salió de casa con él, pasaron a buscar a otros compañeros y todos se fueron para allá”.
Quince militantes, entre ellos Jorge Piotti, obrero de la fábrica de vidrio CODARVI, están a media mañana en el Seccional. “Estábamos reunidos cuando entra un grupo de militares uniformados. Vienen a hacer un allanamiento. Lo único que preguntaban era dónde estaban las armas. Alguien llama al diputado Jaime Pérez que llega inmediatamente al local. No encuentran nada. La verdad es que en la casa había dos armas, un revólver y una escopeta vieja, en desuso. No servían para nada. El revólver no disparaba. Ni sé para qué estaban ahí. Logramos esconderlas y así salimos del paso”.
El allanamiento se realiza con corrección, sin problemas. El oficial responsable del operativo revisa la casa. Lo acompaña el legislador comunista Jaime Pérez. “Mientras íbamos recorriendo el local y mirándolo todo, [le] expliqué cómo había sido el asalto vandálico el viernes de la reunión de la Asamblea General, al local central de nuestro Partido (en la calle Sierra 1720). (...) Le expliqué también que el detalle desencadenante en apariencia era, según se decía, que desde nuestro local se había disparado sobre un vehículo de las fuerzas policiales. (...) Yo le expresé que en estas circunstancias hay que tener la cabeza muy fría, porque los hombres pueden ser juguete de las situaciones fabricadas por grupos que están para eso, para desatar el caos en la República, para crear las condiciones del fascismo y la represión más sañuda contra el pueblo” (Diario de sesiones de la Cámara de Representantes, 2 de mayo de 1972)
Los militares no encuentran armas en el local y se van. Termina el procedimiento.
“Cuando nos quedamos solos, uno de los compañeros, no recuerdo quién, se asustó, envolvió el revólver en una bolsa de nylon y lo tiró por encima del muro hacia el fondo de una casa vecina. La empleada doméstica de la casa lo encontró y llamó inmediatamente a la Policía” agrega Piotti.
12:00
En Valle Edén 3718, la calle que está a los fondos del Seccional 20, hay una casa modesta al final de un largo corredor. Allí viven Manuel Toyos Romay, funcionario administrativo del liceo Bauzá, y su mujer. Un comando policial o militar allana la casa. El matrimonio no está y los militares instalan una ratonera. También son allanadas otras casas del barrio pero esta tendrá un papel destacado en la matanza.
13:00
Esteban Benlián vive desde hace más de treinta años al lado del Seccional 20. Su casa es allanada al mediodía. “Los militares buscaban una bolsa con armas, que según una denuncia anónima había sido arrojada en el fondo. Recorrieron la casa, el fondo, revisaron pero no encontraron nada”.
Las Fuerzas Conjuntas allanan el Seccional 20 por segunda vez en menos de tres horas.
En la redacción de El Popular reciben la noticia del nuevo allanamiento. El director del diario envía al fotógrafo a hacer una crónica de los hechos: “Llegué al barrio y había militares por todos lados, todavía estaban dentro del local.
Me quedé por ahí y saqué fotos desde lejos, con teleobjetivo. Esperé a que se fueran y entré. No sé cuánto tiempo estuve, habré sacado dos o tres fotos. En eso estaba cuando los veo entrar de nuevo. Nos piden documentos. No hay maltrato pero nos dicen que estamos todos detenidos”.
Los militares ordenan el desalojo del local. Luis Alberto Mendiola, el secretario de Propaganda del Seccional, protesta: no pueden irse y dejar la casa sola. Luego de un momento de duda el responsable del operativo autoriza a que quede una persona en la casa. En este punto las versiones difieren. Algunos dicen que el asunto se resolvió por sorteo entre los presentes. Otros, que en ningún momento el tema estuvo en discusión, que fue Mendiola quien reclamó y se ofreció para quedarse.
La orden militar es clara: Mendiola queda en el Seccional “en calidad de emplazado” y se llevan su cédula de identidad. No puede irse y hasta nuevo aviso nadie puede entrar a la casa.
Jorge Piotti sale detenido junto a los compañeros: “Nos apilaron en un ropero. Éramos diez o quince. Dentro del vehículo iban soldados armados con metralletas. Las cosas cambiaron de tono. Nos insultaban, nos decían que nos iban a matar, que éramos todos tupamaros. Nos tienen unas cuantas horas frente a la Región Militar Número 1 en Agraciada. Luego nos trasladan a la Comisaría 18 en Félix Olmedo a la vuelta de la 20”.
Luis Alberto Mendiola está solo en el Seccional.
“No recuerdo quién vino a avisarme que habían allanado la 20 y que mi marido estaba detenido” dice Gregoria Noguera. “Mendiola había quedado en la casa y estaba parado en la puerta del local haciendo señas a todos los compañeros que pasaban para que siguieran de largo. No quería que hubiera más detenidos”.
Son muchos vecinos y compañeros que conservan esa imagen última de Luis Alberto Mendiola la tarde del domingo 16 de abril: parado en el frente de la casa, tomando mate y dispersando con gestos a todos los que se acercan.
Jorge Mazzarovich, el secretario general de la UJC, recorre durante todo el día los locales del Partido, entre ellos el Seccional 18 y el 24 que fueron atacados en la madrugada.
“De tarde pasé por la 20. Estacioné en Valentín Gómez y me acerqué. Parado en la puerta estaba Mendiola. Le pregunté si necesitaba algo. Me habló poco, y me dijo “Andate, Jorge”.
Del Partido también parte la orden de que ningún militante vuelva al Seccional. El responsable de comunicar la decisión es Polo, de la Comisión Central de Autodefensa. “Un integrante del Comité Ejecutivo, no recuerdo quién, con seguridad fue Alberto Suárez, me informó que la 20 estaba vigilada. Me ordenó que le dijera a Mendiola que nadie excepto él podía quedarse, que la casa tenía que estar vacía. Un compañero me llevó en moto hasta ahí. Había un ropero estacionado en Valentín Gómez y Agraciada. Pasé, me detuve un instante y con gestos y palabras rápidas le dije: “sólo uno, sólo uno, a los demás echalos”.
Me respondió que había entendido. Después me fui. Esa fue la última vez que lo ví.”
Al caer la tarde comienza a llegar gente al Seccional. En un momento hay en la casa unas quince personas. Algunos militantes que estuvieron en el Seccional aquella noche dicen que en el espíritu de la mayoría estaba el no achicarse en esos días de violencia, de ataques al Partido, y que no querían dejar solo a Mendiola. Es por eso que unos vienen para acompañar a los otros, para estar juntos, para darse ánimo. Porque el Seccional es también para algunos la segunda casa, todos los días después del trabajo, aunque no haya actividad política, pasan por allí.
“Sí, con seguridad hubo una orden partidaria de no entrar al local, pero nosotros nunca esperamos un golpe tan grande. Esperábamos que entraran los jupos del Bauzá pero jamás el Ejército” dice Rodolfo Di Giovanni quien estuvo dentro del local aquella noche. “Surgió en forma espontánea: hay que rodear la zona de la 20 para que no entren los fachos. Nos pasamos la tarde dando vueltas en la moto, pasábamos frente al local, llegábamos hasta el puente del Viaducto a contarle a los compañeros que estaban ahí cómo andaba la cosa. Anduve todo el día por el Pantanoso, por Nuevo París y La Teja. Fui hasta la Agrupación Nuevos Rumbos. Ahí había una cantidad de compañeros jugando al fútbol en la calle. “¿Qué pasó petiso?” me preguntaron. “¿Dónde hay que ir?”, y se vinieron con nosotros. Fuimos a buscar al Pulpa Raúl Gancio, a José Abreu. Con ellos y con otros seguimos la recorrida. De noche entramos, estuve en la 20 hasta bastante tarde. Como varios compañeros estaban detenidos, allí mismo elegimos una nueva dirección del Seccional. Una camarada veterana quería quedarse. “Usted compañera, se me va inmediatamente”, le decía Mendiola, y después de pelearse bastante logró que se fuera. Nos fuimos cuando llegaron los compañeros, pensábamos que el mayor peligro estaba en que nos detuvieran afuera, en los alrededores”.
La guardia nocturna ese domingo corresponde a los comunistas de la metalúrgica Nervión, donde en abril de 1972 trabajan más de 700 obreros.
José Abreu, Héctor Cervelli, José Machado y Enrique Rodríguez son comunistas y obreros de Nervión. Los cuatro se preparan para terminar el día en el Seccional 20. Llevan abrigo, van a pasar la noche en el local. El lunes, la jornada empezará temprano: a las seis de la mañana hay que estar en la fábrica.
José Abreu morirá esa noche. Héctor Cervelli, diez días más tarde. José Machado y Enrique Rodríguez sobrevivirán a la matanza.
Enfrente está la ferretería Diano, muy cerca está el cine Alcázar, y un bar. El Paso Molino es un lugar de casas bajas, de vecinos de clase media. Algunas casas se destacan en el barrio, testigos de una época de mayor esplendor: en una de ellas vive Francisco Forteza, el ministro de Economía.
En el Seccional 20 se reúnen los comunistas de Belvedere, La Teja, Paso del Molino, Nuevo París, Pueblo Victoria. Obreros de las fábricas, de los talleres y frigoríficos, de las metalúrgicas Nervión y Ferrosmalt, de la fábrica de vidrio CODARVI, de la textil La Aurora, de la fábrica de jabón Bao.
El Seccional, a la vez que local de militancia, hace las veces de lugar de encuentro, de desarrollo de la vida social de los militantes de la zona.
A pocas cuadras del Seccional está el liceo Bauzá. “Por su ubicación, el Bauzá era un collage de niños bien del Prado, clase media de Belvedere e hijos de obreros de la Teja y el Cerro. Poco a poco se formó allí un grupo fuerte de la Juventud Comunista” recuerda Daniel Tourón, ex alumno y militante en aquellos años de la Unión de Juventudes Comunistas (UJC).
El liceo Bauzá es un baluarte de la ultraderechista Juventud Uruguaya de Pie (JUP). Uno de los más destacados miembros de la JUP en el liceo Bauzá es Miguel Sofía, señalado como integrante del Escuadrón de la Muerte por Nelson Bardesio.
“En 1970 vino la intervención de Enseñanza Secundaria que detonó explosivas movilizaciones en todos lados, también en el Bauzá. Ciertos fachos como el famoso Manco Ulises, se inscribieron en el liceo que vio así el resurgimiento de la derecha, gracias a ellos y, sobre todo gracias a una serie de “metidas de pata” de la izquierda, desgarrada en aquellos años por conflictos ideológicos y por la competencia en la combatividad” señala Daniel Tourón.
La violencia domina la vida del liceo Bauzá, violencia contra los profesores de izquierda, y entre los estudiantes.
El grupo derechista que integran entre otros Leonardo Cocorito Dugrós, El Manco Ulises, Daniel García Pintos, Juan José Galeazzi, Julio Ribas, Gabriel Melogno, Pelayo Amorín y Miguel Sofía entra habitualmente armado al local. En la explanada del frente del liceo son famosas las grescas donde abundan insultos, golpes, cadenazos y tiros. Por eso se impone la revisación de los estudiantes antes de entrar a clase. Los militantes de la JUP cuentan con la complicidad del cantinero del liceo, que les guarda las armas. A veces también las dejan en la comisaría del barrio, la Seccional 18, de la calle Félix Olmedo y pasan a buscarlas por allí antes de ir a clase.
Por su parte, los estudiantes comunistas del Bauzá tienen en el Seccional 20 un lugar de refugio, encuentro y reunión.
En la avenida Agraciada, a pocas cuadras del Seccional, está la sede de la Región Militar Número 1, la más poderosa región militar del país que será comandada a partir del 22 de abril de 1972 por el general Esteban Cristi. Su nieto es alumno del Bauzá y miembro activo de la JUP. Alguna que otra vez, cuando el muchacho, que siempre anda armado, tiene problemas, el general deja la Región Militar y llega hasta el liceo para defenderlo.
El Seccional 20 del Partido Comunista Uruguayo y esta zona del Paso Molino son el escenario de la matanza que ocurre en la madrugada del 17 de abril de 1972.
El Partido Comunista ha organizado un sistema de guardia permanente en todos los locales. El Seccional 20 ha sido objeto de atentados y los militantes han instalado en la azotea, sobre el pretil, una plancha de hierro para protegerse de posibles balaceras cuando vigilan por la noche.
Domingo 16 de Abril
“El domingo había mal ambiente en el barrio, se olía algo, no sé qué, pero la cosa estaba fea. Circulaban muchos autos militares y roperos. Una compañera que vivía enfrente estuvo de mañana en la 20 y les pidió a los muchachos que esa noche no hicieran guardia, que se fueran. Recuerdo que les dijo “¿Qué se van a quedar haciendo acá: cuidando paredes?”. “Un VW blanco dio vueltas todo el día por la zona” dice Orietta Girelli, que vive hace más de treinta años en la calle Félix Olmedo a una cuadra del Seccional 20.
10:30
Luis Alberto Mendiola, Secretario de Propaganda del Seccional, llega a la casa de Ariel Ribeiro y Gregoria Noguera, militantes comunistas. “Mendiola estaba preocupado, dijo que había movimientos raros alrededor del local. Ariel, mi marido, era el secretario de Finanzas de la 20. Salió de casa con él, pasaron a buscar a otros compañeros y todos se fueron para allá”.
Quince militantes, entre ellos Jorge Piotti, obrero de la fábrica de vidrio CODARVI, están a media mañana en el Seccional. “Estábamos reunidos cuando entra un grupo de militares uniformados. Vienen a hacer un allanamiento. Lo único que preguntaban era dónde estaban las armas. Alguien llama al diputado Jaime Pérez que llega inmediatamente al local. No encuentran nada. La verdad es que en la casa había dos armas, un revólver y una escopeta vieja, en desuso. No servían para nada. El revólver no disparaba. Ni sé para qué estaban ahí. Logramos esconderlas y así salimos del paso”.
El allanamiento se realiza con corrección, sin problemas. El oficial responsable del operativo revisa la casa. Lo acompaña el legislador comunista Jaime Pérez. “Mientras íbamos recorriendo el local y mirándolo todo, [le] expliqué cómo había sido el asalto vandálico el viernes de la reunión de la Asamblea General, al local central de nuestro Partido (en la calle Sierra 1720). (...) Le expliqué también que el detalle desencadenante en apariencia era, según se decía, que desde nuestro local se había disparado sobre un vehículo de las fuerzas policiales. (...) Yo le expresé que en estas circunstancias hay que tener la cabeza muy fría, porque los hombres pueden ser juguete de las situaciones fabricadas por grupos que están para eso, para desatar el caos en la República, para crear las condiciones del fascismo y la represión más sañuda contra el pueblo” (Diario de sesiones de la Cámara de Representantes, 2 de mayo de 1972)
Los militares no encuentran armas en el local y se van. Termina el procedimiento.
“Cuando nos quedamos solos, uno de los compañeros, no recuerdo quién, se asustó, envolvió el revólver en una bolsa de nylon y lo tiró por encima del muro hacia el fondo de una casa vecina. La empleada doméstica de la casa lo encontró y llamó inmediatamente a la Policía” agrega Piotti.
12:00
En Valle Edén 3718, la calle que está a los fondos del Seccional 20, hay una casa modesta al final de un largo corredor. Allí viven Manuel Toyos Romay, funcionario administrativo del liceo Bauzá, y su mujer. Un comando policial o militar allana la casa. El matrimonio no está y los militares instalan una ratonera. También son allanadas otras casas del barrio pero esta tendrá un papel destacado en la matanza.
13:00
Esteban Benlián vive desde hace más de treinta años al lado del Seccional 20. Su casa es allanada al mediodía. “Los militares buscaban una bolsa con armas, que según una denuncia anónima había sido arrojada en el fondo. Recorrieron la casa, el fondo, revisaron pero no encontraron nada”.
Las Fuerzas Conjuntas allanan el Seccional 20 por segunda vez en menos de tres horas.
En la redacción de El Popular reciben la noticia del nuevo allanamiento. El director del diario envía al fotógrafo a hacer una crónica de los hechos: “Llegué al barrio y había militares por todos lados, todavía estaban dentro del local.
Me quedé por ahí y saqué fotos desde lejos, con teleobjetivo. Esperé a que se fueran y entré. No sé cuánto tiempo estuve, habré sacado dos o tres fotos. En eso estaba cuando los veo entrar de nuevo. Nos piden documentos. No hay maltrato pero nos dicen que estamos todos detenidos”.
Los militares ordenan el desalojo del local. Luis Alberto Mendiola, el secretario de Propaganda del Seccional, protesta: no pueden irse y dejar la casa sola. Luego de un momento de duda el responsable del operativo autoriza a que quede una persona en la casa. En este punto las versiones difieren. Algunos dicen que el asunto se resolvió por sorteo entre los presentes. Otros, que en ningún momento el tema estuvo en discusión, que fue Mendiola quien reclamó y se ofreció para quedarse.
La orden militar es clara: Mendiola queda en el Seccional “en calidad de emplazado” y se llevan su cédula de identidad. No puede irse y hasta nuevo aviso nadie puede entrar a la casa.
Jorge Piotti sale detenido junto a los compañeros: “Nos apilaron en un ropero. Éramos diez o quince. Dentro del vehículo iban soldados armados con metralletas. Las cosas cambiaron de tono. Nos insultaban, nos decían que nos iban a matar, que éramos todos tupamaros. Nos tienen unas cuantas horas frente a la Región Militar Número 1 en Agraciada. Luego nos trasladan a la Comisaría 18 en Félix Olmedo a la vuelta de la 20”.
Luis Alberto Mendiola está solo en el Seccional.
“No recuerdo quién vino a avisarme que habían allanado la 20 y que mi marido estaba detenido” dice Gregoria Noguera. “Mendiola había quedado en la casa y estaba parado en la puerta del local haciendo señas a todos los compañeros que pasaban para que siguieran de largo. No quería que hubiera más detenidos”.
Son muchos vecinos y compañeros que conservan esa imagen última de Luis Alberto Mendiola la tarde del domingo 16 de abril: parado en el frente de la casa, tomando mate y dispersando con gestos a todos los que se acercan.
Jorge Mazzarovich, el secretario general de la UJC, recorre durante todo el día los locales del Partido, entre ellos el Seccional 18 y el 24 que fueron atacados en la madrugada.
“De tarde pasé por la 20. Estacioné en Valentín Gómez y me acerqué. Parado en la puerta estaba Mendiola. Le pregunté si necesitaba algo. Me habló poco, y me dijo “Andate, Jorge”.
Del Partido también parte la orden de que ningún militante vuelva al Seccional. El responsable de comunicar la decisión es Polo, de la Comisión Central de Autodefensa. “Un integrante del Comité Ejecutivo, no recuerdo quién, con seguridad fue Alberto Suárez, me informó que la 20 estaba vigilada. Me ordenó que le dijera a Mendiola que nadie excepto él podía quedarse, que la casa tenía que estar vacía. Un compañero me llevó en moto hasta ahí. Había un ropero estacionado en Valentín Gómez y Agraciada. Pasé, me detuve un instante y con gestos y palabras rápidas le dije: “sólo uno, sólo uno, a los demás echalos”.
Me respondió que había entendido. Después me fui. Esa fue la última vez que lo ví.”
Al caer la tarde comienza a llegar gente al Seccional. En un momento hay en la casa unas quince personas. Algunos militantes que estuvieron en el Seccional aquella noche dicen que en el espíritu de la mayoría estaba el no achicarse en esos días de violencia, de ataques al Partido, y que no querían dejar solo a Mendiola. Es por eso que unos vienen para acompañar a los otros, para estar juntos, para darse ánimo. Porque el Seccional es también para algunos la segunda casa, todos los días después del trabajo, aunque no haya actividad política, pasan por allí.
“Sí, con seguridad hubo una orden partidaria de no entrar al local, pero nosotros nunca esperamos un golpe tan grande. Esperábamos que entraran los jupos del Bauzá pero jamás el Ejército” dice Rodolfo Di Giovanni quien estuvo dentro del local aquella noche. “Surgió en forma espontánea: hay que rodear la zona de la 20 para que no entren los fachos. Nos pasamos la tarde dando vueltas en la moto, pasábamos frente al local, llegábamos hasta el puente del Viaducto a contarle a los compañeros que estaban ahí cómo andaba la cosa. Anduve todo el día por el Pantanoso, por Nuevo París y La Teja. Fui hasta la Agrupación Nuevos Rumbos. Ahí había una cantidad de compañeros jugando al fútbol en la calle. “¿Qué pasó petiso?” me preguntaron. “¿Dónde hay que ir?”, y se vinieron con nosotros. Fuimos a buscar al Pulpa Raúl Gancio, a José Abreu. Con ellos y con otros seguimos la recorrida. De noche entramos, estuve en la 20 hasta bastante tarde. Como varios compañeros estaban detenidos, allí mismo elegimos una nueva dirección del Seccional. Una camarada veterana quería quedarse. “Usted compañera, se me va inmediatamente”, le decía Mendiola, y después de pelearse bastante logró que se fuera. Nos fuimos cuando llegaron los compañeros, pensábamos que el mayor peligro estaba en que nos detuvieran afuera, en los alrededores”.
La guardia nocturna ese domingo corresponde a los comunistas de la metalúrgica Nervión, donde en abril de 1972 trabajan más de 700 obreros.
José Abreu, Héctor Cervelli, José Machado y Enrique Rodríguez son comunistas y obreros de Nervión. Los cuatro se preparan para terminar el día en el Seccional 20. Llevan abrigo, van a pasar la noche en el local. El lunes, la jornada empezará temprano: a las seis de la mañana hay que estar en la fábrica.
José Abreu morirá esa noche. Héctor Cervelli, diez días más tarde. José Machado y Enrique Rodríguez sobrevivirán a la matanza.
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