La epidemia de fiebre amarilla que se abatió sobre Montevideo en 1857, determinó que muchas familias principales, huyendo del contagio, se instalaran en sus quintas de la zona del Paso del Molino.
Esta circunstancia y el creciente tránsito del paso determino que, el 12 de enero de aquel año, la Junta Económico-Administativa celebrara un contrato con una empresa integrada por los Sres. Adolfo Rodriguez, Tomas Tomkinson, Ricardo B. Hughes, Lucas Fernandez y Juan F. de la Serna, que se denominaba "Sociedad Puente del Miguelete y Calzada del Arroyo Seco". Dicha empresa - como expresa su denominación - tenía por objeto la construcción a su costo, de una calzada de piedra en el arenal del Arroyo Seco - aproximadamente en el eje de la actual Avda. Agraciada, a la altura de la calle Entre Rios - y un puente de material en el Paso del Molino.
El puente debía ser "una construcción de cal y canto con arcos de luz variable entre 15 y 18 varas, elevado, según buen calculo, sobre el nivel de las máximas avenidas, de modo que siempre pudiera dar paso a pie enjuto". Por la parte central circularían los vehículos y flanqueando la vía se extenderían dos veredas para uso de los peatones. Los empresarios tendrían derecho a explotar la obra por un termino de 50 años, cobrando el peaje que se fijara de acuerdo con las autoridades municipales, a cuyos efectos y para mejor percepción de las cuotas quedaban facultados para establecer barreras que cerrarían la vía.
Tras alguna demora provocada por la referida epidemia de fiebre amarilla, las obras fueron concluidas y habilitadas a fines de 1858. "Es digno notar - expresaba "La República", el 28 de noviembre del mismo año, citada por Alfredo R. Castellanos - la gran conveniencia que ese puente y calzada ha establecido ya para todos los vecinos de sus alrededores, facilitándoles el tránsito gratis, pues sólo los animales y rodados son los obligados a pagar peaje".
Asimismo, expresaba "La Nación" el 25 de noviembre de 1859, también citada por Castellanos: "El Paso del Molino con su bella y modesta capilla, su nuevo puente y sus casas fabricadas al capricho de los propietarios, va sobrepujando ya a la vieja y arenosa Aguada. Dentro de poco tiempo el Paso del Molino sera el pequeño Versalles de Montevideo.
Todos los días por la tarde, el camino que conduce hacia el puente desde la capital es un verdadero tránsito de romería, carruajes de todas formas y dimensiones, jinetes jovenes y viejos, amazonas hermosísimas, entre las que lucen su elegancia algunas hijas de la orilla argentina, trabajadores a pie que se retiran de sus quehaceres con su chaqueta al hombro y el palo en la mano, condenados a recibir el polvo que levantan los carruajes y los caballos de los que estan por encima de ellos por su posicion social, forman una vista encantadora de ese camino."
Sin embargo, al poco tiempo, el público que tantos elogios prodigara al puente sobre el Miguelete, reaccionó en forma desfavorable. El Arroyo Seco, durante casi todo el año, era un hilo de agua y levantaba protestas que se tuviera que pagar peaje por un servicio que, en verdad, resultaba innecesario.
Pero la sociedad, con ambos peajes, debía resarcirse del capital invertido en el puente del Paso del Molino.
Una verdadera tempestad se levanto en el ambiente, y lo que se habia estimado como una acción progresista de emprendedores vecinos, pasó a ser considerada una empresa de tremenda usura. Y el 12 de junio de 1859, se ordenó el retiro de las cadenas que cerraban el Camino al Cerro, hoy Avda. Agraciada, en el paso del Arroyo Seco, por considerarse que el servicio era accesorio del que se cobraba en el Paso Molino.
Finalmente, ese mismo año, se anuló la concesión por considerarla ilegal, de acuerdo con la Ley del 3 de noviembre de 1829 que mandaba sacar a remate todas las concesiones que otorgara el Estado. La sociedad recibió el importe de la obra, sin intereses. Y la concesión fue sacada a remate como lo disponía la Ley de 1829. El 24 de marzo de 1860, se adjudicó el paso del arroyo Miguelete en el puente, a don Juan Garatey.
Por un año tendría este señor la concesión, debiendo abonar 120 pesos mensuales a la Junta Económico-Administrativa.
Los peajes se regulaban, segun Juan Carlos Pedemonte, de acuerdo a la siguiente tarifa:
Jinete: veinticinco centésimos.
Animal vacuno, mular o caballar: diez centésimos.
Cerdos o lanares: cinco centésimos.
Vehículo, cargado o vacío, ida y regreso en el día: sesenta centésimos.
Los peajes serían cobrados unicamente en uno u otro paso: no se pagaría nunca en un mismo sentido, en el Arroyo Seco y en el Paso del Molino.
La anterior sociedad cobraba un "vintén" a los peatones o jinetes y dos "vintenes" a los vehículos.
Por muchos años se utilizó por parte de gente a pie, de carros, diligencias, carruajes, jinetes y tropas aquel puente de cal y canto con tres arcos. Muchas veces quedó bajo las aguas de las grandes crecientes. Y en los períodos en que el arroyo no ofrecía dificultades para ser atravesado en cualquier punto, se vigilaba que nadie dejara de utilizar el servicio, para lo cual se cerraban los accesos con cadenas.
Pero el antiguo puente iba a resultar destruido por un violento temporal, acompañado de una lluvia torrencial, que se desató en la noche del 27 y en la madrugada del 28 de marzo de 1895 y, finalmente, substituido por el que actualmente existe, que al librarse al transito, se hizo eliminando el peaje.
"Los Barrios de Montevideo - Paso Molino, El Prado y sus alrededores"
Anibal Barrios Pintos - Washington Reyes Abadie
Intendencia Municipal de Montevideo
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