14/11/07

MAROÑAS

Maroñas, barrio de carreras de caballos, barrio del Hipódromo.
Por lo menos, esa es la idea que convoca el nombre. Tal vez no sea tan exactamente así, pero por lo menos donde se produce la intersección de 8 de Octubre, avenida Belloni (ex camino Cuchilla Grande) y camino a Maldonado se extiende la barriada de Maroñas.
Al norte está Jardines del Hipódromo, contiguo a la hoy semi-abandonada pista de carreras, y más allá, siguiendo la Cuchilla Grande, Piedras Blancas y luego Manga. Al Oeste, Pueblo Ituzaingó, al Este, Flor de Maroñas, y al Sur la Unión.

El corazón del paraje es, indudablemente, Maroñas, donde está emplazado actualmente el Hipódromo, zona que tiene por orígen la antigua chacra que perteneciera, desde el tiempo de los españoles, a la familia del Visitante de la Renta del Tabaco y Naipes, don Francisco Maroñas, personaje de origen gallego.

Se ha señalado que fueron características del lugar dos grupos de molinos que existían, uno en la esquina de Cuchilla Grande (hoy Belloni) y Sáinz Rosas, y el otro en la esquina de Cuchilla Grande y Roma. Uno de esos molinos ha sobrevivido al embate de los años y se mantiene relativamente enhiesto junto a la iglesia de Santa Gema, como curiosa reliquia histórica.

Pero no son los molinos los que dan el perfil propio al barrio. Ellos son, en todo caso, una curiosidad, un recuerdo histórico. El monumento paisajístico que caracteriza el lugar, el elemento que a todos nos convoca la sola pronunciación del nombre Maroñas, es el Hipódromo, levantado después que el barrio ya había sido fundado.

Cronológicamente, tenemos primero la chacra de la familia del Visitador, que dio nombre al paraje, luego el Pueblo Maroñas, delineado en 1873 por el agrimensor Demetrio Isola en terrenos entonces de propiedad del señor Carlos Masseaux, y se sabe que un año despues el agrimensor Bonino hizo lo propio con el barrio Flor de Maroñas, en un predio de propiedad de la sucesión de Juan María Perez, adquiriente que fue de la mayor parte del territorio que perteneciera a la chacra del poblador Sebastián Carrasco.

Jardines del Hipódromo es un barrio mas nuevo. Fue loteado y rematado por Piria en 1926. Pero es, sin embargo, posterior al barrio Perez Castellano fundado por el mismo Piria en 1908, al Noroeste de la Villa Española, separado de ésta por la avenida hoy Larrañaga (ex Centenario).

Pero regresemos a Maroñas, porque este paseo por sus alrededores nos puede terminar desorientando. A mediados del siglo XIX, según pudo constatar el historiador Aníbal Barrios Píntos, las carreras de caballos llamadas "a la inglesa" se desarrollaban en el paraje denominado Azotea de Lima, en Piedras Blancas, próximo al lugar donde entonces se hallaba el saladero de Legrís. Hoy una calle denominada Azotea de Lima recuerda allí mismo, en Piedras Blancas, el lugar donde se desarrollaron las primeras carreras hípicas.

El espectáculo de las carreras inglesas, cuyo empresario era un brasileño de nombre Joaquín Pereira Lima, de ahí el topónimo Azotea de Lima que todavía se conserva, convocaba gran cantidad de público segun los testimonios de la época. Corrían excelentes caballos traídos de Buenos Aires y el evento tenía una particularidad después desaparecida definitivamente: las personas del público podían participar alquilando caballos y corriendo por la pista durante los intervalos.

En 1867 se inauguró el "Nuevo Circo" para carreras nacionales construído por una sociedad hípica recien creada, en las proximidades de Maroñas. Allí fue trasladado el palco de la Azotea de Lima. Pero en 1874 se inauguró un nuevo circo. Este hipódromo, originariamente denominado "Circo Ituzaingó", fue el origen del que hoy conocemos como Hipódromo de Maroñas.

La fundación del Jockey Club y la creación del Pueblo Ituzaingó, creado por los socios del Jockey en 1888, dieron el definitivo impulso a la actividad turfística que llenó durante varios años y a través de varias generaciones la vida de muchos montevideanos. Ocio y diversión para unos. Trabajo profesional, o trabajo a secas, para otros. Precisamente los iniciadores del Jockey Club quisieron que los trabajadores vinculados a la actividad turfística pudieran vivir concentrados en un barrio de las adyacencias del Hipódromo.

El Pueblo Ituzaingó respondió a esos deseos y por eso todas las calles del lugar evocan los nombres de los fundadores del Jockey Club: Juan José Victorica, Francisco Sainz-Rosas, Pedro Piñeyrúa, José Shaw, José Pedro Ramirez, Alberto Susviela Guarch, Horacio Areco y tantos mas, son los pioneros de la aventura turfística capitalina que todavía, aunque hoy con grandes dificultades, apenas subsiste entre nosotros.

Entre tanto, la barriada de Maroñas y los barrios satélites que se fueron formando a su alrededor han significado un sinónimo de progreso urbano: multiplicación de gente, multiplicación de viviendas, multiplicación de servicios, que son los sinónimos de la apuesta al futuro. Todo ello sin perjuicio de los accidentes y vaivenes propios de cualquier empresa humana.

Don Francisco de Maroñas y Manteiga, natural de San Vicente de Labaña, en el arzobispado de Santiago de Galicia, habría venido por primera vez a la Banda Oriental, como militar del regimiento de Mallorca, en 1765. El historiador y genealogista don Juan Alejandro Apolant pudo determinar que este personaje se casó en 1744, en San Carlos, con María Espíndola, descendiente de pobladores azorianos, y al año siguiente se hallaba establecido en campos próximos a la fortaleza de Santa Teresa, "donde tenía algún ganado en estancia ajena".

Años mas tarde, Maroñas fue designado Visitador de las Rentas de Tabaco y Naipes de Montevideo, cargo relacionado con el monopolio de la corona sobre esas materias, que desempeñó por mucho tiempo y que todavía detentaba al tiempo de su fallecimiento, en 1812, cuando el virrey Vigodet informó a la corte que habiendo fallecido el "teniente Visitador del Resguardo de Rentas" Francisco Maroñas había nombrado para esa función a Manuel de las Cuevas.

El nombre del paraje de Maroñas se debe a la familia del Visitador, pero éste ya había muerto cuando en 1834 su hija Francisca Maroñas, viuda del asturiano Jerónimo Fernández de Olloniego, adquirió del dominio fiscal la extensa chacra que hoy abarca el barrio que lleva el nombre de esa familia.

Sin embargo, según anota el historiador Barrios Pintos, desde mucho tiempo atrás, era conocida en el lugar la antigua casa de los Maroñas. Concretamente el citado historiador refiere un documento del año 1817 donde se describe "una guerrilla que hubo enfrente de lo Maroñas" contra los invasores portugueses, lo que debe hacernos presumir que el Visitador y su familia ya estaban establecidos de hecho en el lugar al que dieron nombre desde mucho antes del año 1834.

"Los barrios de Montevideo"
Ricardo Goldaracena
Ediciones Arca - Montevideo

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