26/11/08

Mensaje de Juan María Bordaberry a la Hermandad Tradicionalista Carlos VII de Argentina en la que explica su acercamiento al Carlismo.

Montevideo, 8 de junio de 2002
De mi mayor consideración:

Por medio del común amigo Dr. Alvaro Pacheco Seré, he recibido su invitación para la presentación de la revista de la Hermandad Tradicionalista Carlos VII, en su nueva etapa que deseo y auguro fecunda para la difusión de los principios cristianos del orden político que profesa y constituyen su razón de ser.

Extenderme en las razones por las cuales no me es posible asistir, como sería mi deseo, implica entrar indebidamente en lo personal; resumámoslo diciendo que la libertad "democrática" no me ha agraciado con tan preciado don.

Quedo, como es natural, muy honrado y reconocido por la invitación.
Me siento identificado con los principios que proclama el trilema Carlista. No se trata, sin embargo, de un impulso circunstancial ni menos una afiliación de larga data. Dios Nuestro Señor ha querido que recorriéramos un largo camino de pensamiento para llegar a ello. En nuestro país, al tiempo de nuestra formación académica, no se concebía –y en esas fuentes bebíamos– otro sistema político que el asentado en los principios de liberalismo democrático. No digo masónicos, porque esa filiación sí cuidaba de no mostrarse al joven ávido de conocimientos y de "porqués". Con esa adhesión al sistema político –no conocía otro– acepté ser Presidente del Uruguay en momentos harto difíciles y por esa razón. No demoró mucho (poco más de un año) en presentarse la contradicción entre la defensa de las ideas liberales y la efectiva defensa del orden y la paz de la sociedad uruguaya y el restablecimiento del principio de autoridad que para ello se requiere ineludiblemente. El Parlamento, vana pretensión de sustituir la soberanía divina por la de los hombres, fue disuelto; el gobierno se ejerció con el sostén de las Fuerzas Armadas y aquellos valores fueron restablecidos, para dar base a la búsqueda del bien común de la sociedad que los había perdido.

Si hablo en plural es porque el camino recorrido, antes y después, lo fue inseparablemente con el entrañable amigo Pacheco Seré.

La exigencia constitucional de convocar a elecciones en noviembre de 1976 nos hizo ver que no había otro camino que consolidar institucionalmente la situación de paz y orden que estaba viviendo el país. Y en esa situación había autoridad, no había partidos políticos, no había sufragio universal, había libertad, pero no para difundir el error y el mal. Es decir, no había vigencia de los fundamentos liberales de nuestro sistema político. Creo que el pueblo uruguayo estaba maduro para aceptar este cambio. No lo estaban en cambio los mandos militares, inficionados por la masonería, que rechazaron mi propuesta y al tiempo de sustituirme en la Presidencia, anunciaron su propósito de retornar al pasado.

A partir de ese momento, en la paz del retiro, pero sobre todo de la conciencia, seguimos profundizando con avidez en el camino hacia la Verdad que los hechos nos habían hecho entrever. Conocimos y escuchamos hombres ilustres; leímos a sabios en ciencias políticas; hicimos amistades que nos enseñan y nos honran. Conocimos la Europa cristiana, tan denostada entre nosotros. No pudimos apartarnos del camino, porque una vez que se percibe la Verdad, ya no se puede abandonar más.

Y es en el Carlismo donde sentimos nuestro punto de llegada. DIOS, porque no puede haber instituciones que no se fundamenten en el derecho natural, lo que supone rechazar las soberbias construcciones del hombre que lo contradigan. PATRIA, porque la sociedad de los hombres tiene que profesar un amor profundo y permanente a su lar, de donde extraerá la fuerza para resistir los embates del mal. Y REY, porque, ¿quién puede imaginar sin espanto una autoridad que no tenga que rendir cuentas a Dios?

Me he extendido más de la cuenta y le pido disculpas por ello; en verdad, no he querido limitarme a un acuse de recibo y a un agradecimiento protocolar, guardando para mí mis sentimientos y convicciones.

Rogándole haga llegar éstos a la Hermandad, a su Consejo Directivo y con un recuerdo especial para el Capellán, que tanto bien ha hecho entre nosotros, se despide de Vd. en Cristo N.S.

Juan María Bordaberry

Carlismo.es
08/06/02

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