21/8/08

El Paso Molino y la 20 (II)

24:00
Los militares detienen a todos los espectadores que salen de la última función del cine Alcázar que está muy cerca del Seccional 20.
En la calle Valle Edén, a los fondos del Seccional, vivía Ricardo Pallares, un prestigioso profesor de Literatura. Su casa se encuentra a pocos metros de la de Manuel Toyos, donde esa mañana se ha montado una ratonera. “Cuarenta minutos antes de la masacre oí tiros que partían del apartamento de Toyos. Unos diez o doce tiros sordos, dirigidos a la tierra, en el corredor. Después de los disparos comenzó el ulular de las sirenas”.
“Hacia la medianoche la zona ya era un hormiguero” confirma Sonia Fernández, también vecina de Valle Edén. “Antes de la masacre había un gran movimiento allí, preparativos, muchos militares entraban y salían corriendo por el pasillo de la casa de Manuel Toyos”.
La calle Valle Edén entre Valentín Gómez y Raffo Arrosa ha sido ocupada por las Fuerzas Conjuntas. Sobre la avenida Agraciada las cosas no están mejor. Omar Mesa, que vivía en unos apartamentos de inquilinato conocidos como Edificio de la Junta, en la esquina de Valentín Gómez y Agraciada, recuerda: “Una luz roja que partió de la casa del ministro Forteza, ubicada casi enfrente, fue la señal de inicio.
La cosa se preparó a lo largo del día. De tarde, un VW estuvo dando vueltas. De noche hubo apagón en el barrio. Después vinieron al edificio y desalojaron a la familia Oxley, que vivía en el piso de arriba, y allí pusieron una ametralladora.”
Cuando comencé la investigación los militantes con los que hablaba me remitían siempre al doctor Indalecio Buño. Con seguridad fue el último en salir del Seccional antes de la masacre, conocía a los muertos y trabajó después en la reconstrucción de la casa. El Gallego Buño tiene 83 años y aún vive en el barrio. Es lo que dice un comunista de toda la vida. “Estuve en el local hasta tarde. Conversé con los compañeros y le dejé mi abrigo a Ruben López, uno de los compañeros de la guardia. Me despedí de todos y caminé por Agraciada unos pocos metros hasta mi casa. Ya estaba acostado, tratando de dormir cuando oí sirenas, tiros y un grito que no lo olvido:” ¡A copar Valle Edén, que no quede nadie con vida”.


Comienza la matanza
La reconstrucción de la matanza no es fácil. Una o varias operaciones de ocultamiento han hundido en la oscuridad aspectos y detalles importantes de los hechos.
Sin embargo ningún vecino ha olvidado la hora en que comenzó la matanza: minutos antes de la una. Vehículos militares y policiales se concentran frente al Seccional 20: fuerzas de la Metropolitana, de Caballería del Ejército y algunos testimonios mencionan la presencia de la Marina. Hay hombres de civil armados. Soldados y policías apostados en las azoteas, a los fondos del local y por las calles laterales. Por radio se ha transmitido un mensaje: Operativo 52, o Clave 52, que indica que un vehículo militar o policial ha sido atacado. Una vez que empieza el asalto se oyen órdenes y contraórdenes. El caos gobierna. La oscuridad y la vestimenta civil dificultan saber con exactitud quién da las órdenes y qué ocurre, es difícil reconocer el grado de nadie.
Por la calle Edén hay gran despliegue militar. Un ropero estacionado frente a la casa del profesor Ricardo Pallares. Bajan hombres uniformados y armados con metralleta. Balean el frente de la casa, disparan hacia arriba y en dirección al Seccional que está a una cuadra. Pallares reúne a la familia, las dos hijas, su mujer y su sobrina, en el comedor. Se acuestan en el piso y así pasan toda la noche, la mujer tranquilizando a las niñas y él reptando desde el frente hasta el fondo.



Los primeros caídos
El Vintén Rodríguez está en la azotea cuando empiezan los disparos. “Con el Peluquero Fernández oímos los balazos y nos tiramos al piso, nos aplastamos entre el pretil y la claraboya. Le dije al Peluquero: “no tosas, no fumes, no te muevas, no hables”. El local tenía una escalera de madera desmontable por la que se subía a la azotea. La levantamos y la dejamos arriba. Oímos gritos, disparos, y la voz de Mendiola que decía “No tiren, hay gente herida”.
Abajo, José Machado y Héctor Cervelli cumplen la guardia al lado de la puerta principal. Cuenta Machado: “Desde la calle nos gritaban `Abran comunistas hijos de puta. Salgan porque los matamos`. No abrimos. Entonces tiran la puerta abajo. Cervelli se adelanta y sale. Lo veo caer. Salgo detrás de él. Estoy afuera cuando veo que al costado de la puerta hay un hombre armado que dispara. Doy unos pasos y ya no puedo recordar nada más. Me desperté en el Hospital Militar”.
Un testigo, Omar Mesa que vivía en el Edificio de la Junta, una pensión de la zona es el único que vio caer a José Machado primero y a los otros después: “Los militares golpearon y tiraron abajo la puerta del local. Gritaban “¡Salgan, corran perros!”. Un hombre al costado de la puerta disparaba a los que iban saliendo”.
Se oyen gritos que piden que dejen de tirar. Un uniformado dice: “Los que están en la azotea también son nuestros”. En medio del caos se produce un fuego cruzado entre fuerzas policiales y militares. El teniente coronel Aníbal Vernengo, segundo jefe del Regimiento de Caballería Número 9, desde las inmediaciones del Seccional se comunica con Jefatura de Policía para que ordenen al personal policial que deje de disparar. La orden es obedecida.
A partir de allí los hechos que ocurren inmediatamente después, cómo se sucede, cual es el orden de la secuencia. Las versiones, incluida la de los militares, coinciden en lo siguiente: después del fuego se oye un balazo solitario y el capitán Wilfredo Busconi cae herido en la calle. Enseguida el grito: “Hay que matarlos”, que precede a la descarga masiva contra el local. Lo que no se sabe es si el tiro que derriba a Busconi es disparado antes de que baleen a Héctor Cervelli, el primer obrero herido, o si el capitán cae cuando ya ha comenzado la matanza, en medio de las ráfagas, cuando todo es confusión.
Julio Peralta, militante tupamaro, vivía entonces en Agraciada y Valentín Gómez, frente al Seccional: “Estuve toda la noche tratando de ver lo que pasaba. Sobre las tres de la mañana oigo gritos “¡Hay un herido, pidan una ambulancia!”. Unos seis hombres de civil sacan a un herido. Yo oí disparos de armas automáticas y tiro graneado de M1. Decían “¡Salgan de a uno y con las manos en alto!” y después empezaron a abatirlos”.


01:30
A lo largo de toda la noche El Vintén, tirado en la azotea a oscuras e inmóvil, oye morir a los compañeros. Oye la descarga. Escucha cómo los van rematando. “Hasta el día de hoy siento los gritos de Raúl Gancio: “¡No me dejen morir!”. La voz cada vez más espaciada, los quejidos sordos. Y después el silencio.
02:00
Omar Mesa estuvo pegado a la ventana de su apartamento en el Edificio de la Junta desde que empezó el operativo. Dice que su recuerdo es tan claro que puede marcar con precisión el lugar donde cayó cada uno de los obreros, y dibuja la escena sobre un papel. “Yo los conocía bien porque aunque nunca fui comunista siempre paraba en la 20 a tomar mate con los muchachos. Vi cómo los iban matando a medida que salían: Ruben López cayó en la casa vecina a la 20, Elman Fernández en el frente de la casa. Por Valentín Gómez cayeron Justo Sena y Raúl Gancio. José Abreu cayó frente a la ferretería. Ricardo González en el medio de la calle. A Mendiola le hundían una bayoneta. Mi madre oyó los gritos: “Por cada uno de nosotros que maten, vamos a matar a siete de ustedes”.
Las heridas cortantes que la autopsia hecha a Mendiola califica de “heridas raras” fueron con seguridad provocadas por la bayoneta que menciona Mesa.
La edición del lunes 17 de abril de El Popular acaba de entrar en las máquinas. El teléfono suena en la redacción del diario de la calle Río Branco. A ese llamado siguen otros. “Eran vecinos que nos decían que algo horrible estaba sucediendo pero no daban detalles” cuenta Luciano Weinberger, periodista. “Recuerdo bien la llamada de una señora que lloraba y que evidentemente estaba viendo desde su casa cómo fusilaban a la gente que salía a la calle con los brazos en alto pero sólo nos repetía entre sollozos, “es horrible, es horrible”. Mandamos hasta allí a un compañero del diario de apellido Silva. Nos llamó al rato desde un bar que estaba cerca de la 20 y nos dijo que era imposible acercarse”.


03:00
Llegan dos ambulancias de Salud Pública. Hay médicos y enfermeros que se ofrecen para atender a la gente pero no les permiten acercarse hasta las siete y media de la mañana, cuando los heridos ya están muertos.



Hay dos sobrevivientes
Ernesto Fernández y Enrique Rodríguez llevan siete horas escondidos en la azotea. “Estuvimos esperando lo peor. Cada momento nos parecía que era el último. Ya era casi la madrugada cuando comenzaron a disminuir los balazos. Aplastados contra el piso, hablábamos en voz baja. El Peluquero quería aprovechar que la cosa se había tranquilizado para arrastrarnos hasta un árbol, bajar por ahí y escapar. Yo no estaba de acuerdo. Le decía que la zona estaba rodeada, que lo único que teníamos que hacer era quedarnos en silencio donde estábamos”.
Los militares entran al Seccional. Siete cuerpos yacen en la calle. Uno está atravesado en Agraciada. Dos se arrastraron hasta Valentín Gómez y allí quedaron. Otros dos cayeron en los jardines de casas vecinas. Dos más están caídos casi frente al local. Pero el operativo no ha terminado.
“Los oímos entrar” dice el Vintén Rodríguez. “Oíamos las conversaciones y los movimientos dentro de la casa. De pronto sentimos unos ruidos. Nos dimos cuenta que estaban colocando una escalera para subir a la azotea. Con El Peluquero nos miramos y le hice una seña que se quedara quieto. Empiezan a subir. El primer militar que sube y asoma la cabeza era conocido mío. No lo podía creer: una cara conocida. Era el hermano de una vecina y a veces tomábamos mate juntos. Me miró. Lo miré. Le dije que los dos estábamos desarmados. El hombre se dio vuelta y grito hacia el interior del local: “Acá hay dos más, están vivos y desarmados”. Nos obligaron a bajar”.
Ernesto Fernández, El Peluquero dijo: “Abajo, adentro del local, había un tipo de civil con un brazalete, le decían Tucho, y era el hijo de un comisario de Policía. Quiere matarnos. Pregunta: “¿A quién le damos primero?”. Otro le contestó: “Y le damos al negro” (ése era yo porque era más oscuro que Rodríguez). Me llevan entonces bien a los fondos, donde teníamos un escenario para nuestros actos y espectáculos en el Seccional. En ese momento oigo una voz autoritaria que pregunta: “¿Qué pasa aquí?”. Un soldado contesta que había dos prisioneros. La primera voz dijo entonces: “Bueno, hay que sacarlos inmediatamente”: Y cuando se oyó esto Tucho me comentó: “Te salvó el juez”, casi a media voz”.




El Operativo no ha terminado
La zona sigue bloqueada. A nadie se le permite salir. Una vecina de la calle Edén explica que tiene que ir a trabajar. El responsable del comando le responde que su casa está en una zona de guerra y que las “Fuerzas Conjuntas entregarán a solicitud de parte interesada el correspondiente certificado para justificar la falta del día”.
Siguen los allanamientos en busca de armas y sobrevivientes.
El coronel Aníbal Machitelli ordena el traslado de los siete muertos a la Seccional 18.
Tres fotos de la avenida Agraciada tomada con teleobjetivo a las siete y media de la mañana, son las únicas imágenes que existen de la matanza. Una secuencia fotográfica incompleta, rota y borrosa, captura el momento previo al retiro de los cuerpos. Un hombre yace en el medio de la calle. Un grupo de hombres armados, de uniforme y de civil, rodean a dos de los muertos. Dos hombres, uno de ellos de túnica blanca, recogen un cuerpo para cargarlo en una ambulancia estacionada al lado, con las puertas abiertas.
Los médicos y las ambulancias que han estado toda la noche esperando para atender a los heridos servirán para trasladar a los muertos. Los muertos son apilados en el patio de la Comisaría. A cada uno le colocan un número en el pecho.
Primero se da orden de echar tierra sobre la sangre que tiñe la calle y denuncia la matanza. Más tarde llegan los bomberos y con mangueras completan el operativo limpieza.

Extraído de "Los Fusilados de abril"
Virginia Martinez

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