5/6/08

IBERO GUTIERREZ II

Montevideo, 28 (AP)- Un tupamaro fue ajusticiado hoy por un comando anti-subversivo, revelaron fuentes policiales.
El cadáver del hombre que aparenta entre 20 y 25 años presentaba por lo menos siete impactos de bala. Apareció en un campo a unos 16 kilómetros del centro de esta capital.
Según las fuentes el cadáver apareció con un papel que decía: CCT. Bala por bala, muerte por muerte, vos también pediste perdón...
La sigla sería Comando Caza Tupamaros que hace unos meses dio muerte a otro guerrillero HECTOR RAMOS FILLIPINI, que también fue acribillado a balazos.
La prensa izquierdista acusa a estos comandos de contar con colaboración policial al estilo del escuadrón de la muerte brasileño.

Nº 129




Montevideo, 28 (Latin)- El cadáver acribillado a balazos de un ex encausado por su vinculación con los tupamaros fue encontrado hoy por la policía en un suburbio de esta capital, pocas horas después que las autoridades confirmaron el arresto de prominentes figuras de la organización.
Fuentes allegadas a la policía dijeron que el muerto, un joven de unos 25 años y un metro setenta de estatura, fue identificado como Ibero Gutiérrez.
El cuerpo de Gutiérrez, quien tiempo atrás estuvo encarcelado por disposición judicial, fue hallado hoy por la policía en las cercanías de La Tablada, a 15 kilómetros del centro de esta ciudad, luego que voces anónimas alertaron sobre su existencia.
Junto al cadáver los investigadores encontraron un rudimentario volante manuscrito con la leyenda "bala por bala, muerte por muerte" y la firma CCT que presumiblemente identifica a los Comandos Caza Tupamaros.
La muerte de un hombre vinculado al movimiento tupamaro, a manos de desconocidos que se escudan tras las siglas del referido comando, es la segunda que se registra aquí en menos de un año.
El pasado invierno una desprevenida pareja descubrió sobre las rocas de la playa Buceo el cadáver de Manuel Ramos Fillipini, ultimado de varios disparos, junto a quien se encontró también una leyenda similar.
Comunicados del movimiento clandestino y órganos periodísticos de izquierda denunciaron, en más de una oportunidad, la existencia de un escuadrón antitupamaro".

Hugo Inantino
L 166






"Informa la policía uruguaya que un miembro tupamaro fue asesinado por un comando antisubversivo".
Montevideo, febrero 28 (APA) Un tupamaro fue "ajusticiado" por un comando anti-subversivo, revelaron fuentes policiales.
Presentaba por lo menos siete impactos de bala. Apareció en un campo a unos 15 kilómetros del centro de esta capital.
Según las fuentes en el cadáver apareció un papel que decía: "CCT. Bala por bala, muerte por muerte, vos también pediste perdón...".
La sigla sería "Comando Caza Tupamaros" que hace unos meses dió muerte a otro guerrillero, HECTOR RAMOS FILLIPINI, que también fue acribillado a balazos.
La prensa izquierdista acusa a estos "Comandos" de contar con colaboración policial al estilo del "Escuadrón de la Muerte" brasileño."




Y escribió Hugo Alfaro en el libro IBERO GUTIERREZ, ANTOLOGIA I
PROJIMO – LEJIMO y otros poemas. 1966 – 1970
Editorial ARCA:


RETRATO DE UN ARTISTA ADOLESCENTE
“He ido componiendo su imagen (no lo conocía) a través del testimonio de sus padres, de su compañera y de su hermana, en un itinerario de afuera adentro, que parte de los titulares de los diarios (“Estudiante asesinado”, etcétera) y el asombro inicial, y va penetrando en un mundo sorprendentemente rico aunque soterrado. Porque Ibero, bienhumorado y sano, y hasta suave practicante de una ironía del absurdo (quería y conocía la obra de Ionesco), era pudoroso e introvertido, por una calidad del sentimiento que le hacía huir de todo exhibicionismo. Tampoco sentía orgullo de su soledad. Llegó alguna vez a autocalificarse de egoísta, me cuenta Olga, por una cierta incapacidad suya para la comunicación fácil, incluso con muchachos de edad e inquietudes similares. Pero no era eso. Trataba de llegar al fondo de la gente; era de escuchar, no de contar; tenía un gran sentido del silencio. Decía que había que ser como los hindúes: reencontrarse y encontrar la paz espiritual, estar callado, pensar las cosas, no escapar de sí, estar consigo mismo; no juzgar, comprender; conocerse, y por conocerse conocer al prójimo.
Sólo quería estudiar, pintar y escribir. Estudiaba filosofía y psicología en Humanidades, e Historia informalmente, por simple inclinación vocacional, y siguió siendo un estudiante serio, después de haber sido en primaria (Escuela Nº 81, del barrio) y en secundaria, incluídos preparatorios de derecho (Instituto Dámaso Larrañaga), un estudiante brillante. A los veintidós años no le alcanzan las paredes de su casa y de la casa de sus padres, y los cajones, las libretas de apuntes y hasta los vidrios esmerilados del cuarto de baño, para colgar o guardar su pintura (óleos, dibujos, colajes, algunos notables).
Tenía dieciséis años cuando dibujó el autorretrato que tengo delante. Y el poema que sirve de acápite, es uno en una masa de poesía inédita a la que parece haber tenido acceso sólo Olga, en los últimos dos años de que data la relación entre ambos. Así exteriorizaba Ibero su registro sensible del mundo. Y cualquiera que sea el juicio que merezcan su poesía y su pintura a quienes realmente entienden, yo
-que de pintura y poesía sólo sé qué me gusta, pero no por qué- no pude sustraerme al impacto de esa entrega apasionada, esas señales de sangre y fuego creadas entre las ocho paredes de dos casas. El revés de la trama de un solitario, de un introvertido.


JOVEN DE DOS MUNDOS
Otras señales de Ibero debieron ser seguramente perceptibles desde el mundo exterior. Porque el día del entierro una multitud veinteañera quiso llevar su cuerpo a pulso, las treinta cuadras largas que separan el hogar de sus padres y el cementerio del Buceo. ¿Cómo no percibir su autenticidad y su nobleza? Era reservado, sobrio y austero; huía de las comodidades y de la vida fácil que su hogar de burguesía media le proporcionaba. Un revolucionario, solía decir, debe preferir el pan duro. Y más de un vez dio calladamente su ropa a los cañeros; tan calladamente que ahora que alguien lo dice, estará ruborizándose en algún lado, así sea en el recuerdo de los suyos.
Asimiló, según sus padres, la esencia misma del Evangelio, y efectivamente Cristo habita de un modo u otro en todo lo que escribió y pintó. Católicos “prácticos” (a don Ibero la palabreja no le gusta nada), los padres del muchacho orientaron a sus hijos –“sin forzarlos”, subraya, y Sarita asiente- en su propia fe. La compartió Ibero desde chico. Pero bastó que Pablo VI, dirigiéndose en Medellín a los campesinos explotados, les pidiera “un poco de resignación”, para que aquél se sintiera desde entonces ajeno a la iglesia vaticana, aunque no a la Iglesia pobre y combativa del Tercer Mundo.
A los dieciocho años triunfa –con otros siete, entre doscientos cincuenta participantes- en el concurso de Radio Habana. Tema del trabajo a desarrollar en no más de quinientas palabras: “Análisis del discurso de Fidel Castro en la OLAS”. Premio, el tradicional: un viaje a Cuba. Viaja a la isla a fines del 68 y sus padres, “con préstamos y no pocos sacrificios”, le financian una corta estada en Europa (“para contrabalancear un poco, al contacto con una civilización milenaria, su previsible entusiasmo por la revolución”, me explican ahora, burlándose suavemente de su propia ingenuidad). Y en efecto: Europa le sirvió a Ibero para afirmarse más en Cuba, de la que había salido “con el entusiasmo previsible”. Pasa de largo por el Louvre, y vive y convive entre los estudiantes del Barrio Latino, recién salidos de la experiencia fermental de la “revolución de mayo”. Dos regalos inesperados le brinda la civilización milenaria: un allanamiento policial en París y otro en Madrid. En aquel momento esos hechos parecieron la consecuencia exagerada de un viaje a Cuba, y se les olvidó. Pero la familia se pregunta ahora, tanteando ciegamente conjeturas que le digan algo, si no fue entonces como empezó a formarse (¿pero inspirada por quién?) la nube ominosa donde se gestó su crimen.
Retorna al país y a la Facultad de Derecho, donde ingresara el año anterior, 1968. Milita en la “Agrupación de Avanzada Universitaria”, y es de ese año que data su bautismo de represión, golpes y confinamiento (en el cuartel de Burgues), al cabo de una manifestación prohibida, de solidaridad con los estudiantes que ocupaban la Facultad de Medicina. Callejero y desafiante, no parece el mismo muchacho retraído que hemos venido conociendo. Pero es el mismo. Este Ibero militante ya era y sigue siendo, a los 18 y 20 años, un estudioso de la filosofía y la historia, y un pintor y un poeta en agraz, y un solitario que gusta asomarse, por la parte posterior de su bohardilla en el piso alto de la calle Hernani, a los árboles y a un pedazo de mar de Punta Gorda. Tampoco se parece este muchacho al cuerpo acribillado a balazos por el Escuadrón de la Muerte. Pero es el mismo.


SER O NO SER
De regreso de Cuba cuenta su experiencia e impresiones un grupo de compañeros, en reuniones sucesivas. Ese grupo, o parte de él, es sindicado, por esos mismos días, como autor del “atentado a la casa presidencial”, e Ibero –que pasó esa noche en su casa, ajeno al episodio- fue implicado en él por la policía. Siendo aquéllas, más aún que las actuales, épocas de torturas y confinamientos, el abogado de Ibero aconsejó (basado en que no había requerimiento judicial), que éste no se presentara espontáneamente en Jefatura. Y pasó a vivir en una semiclandestinidad (muy relativa, al punto de moverse libremente en todo el extendido ámbito de su familia) y de la que, transcurridos seis meses, se declaró harto. A fines de diciembre se reunió un cónclave (familiares, unos pocos amigos, Ibero y su abogado) para decidir qué pasos se darían y cuándo. Iba a presentarse, por fin, en Jefatura, pero siendo inminente la feria judicial, quedó todo postergado para febrero. Sobrevino un hecho, sin embargo, que precipita las cosas. A la misma hora en que se realiza esta reunión (lo que facilitó a la defensa el suministro de testimonios fehacientes), un comando tupamaro realiza un operativo en el Banco Francés e Italiano, y los partes policiales identifican insólitamente entre los autores a Gutiérrez, “requerido además por coautoría del atentado a la casa presidencial”. Entonces sí, Ibero decide presentarse en seguida para aclarar la situación. Pasa a juez en los primeros días de 1970, y lo más notable (todavía hoy se comenta el caso con asombro entre penalistas y jueces) es que resulta procesado “por asociación para delinquir”. (Detalle hoy revelador: su compañero de celda en el penal es Ramos Filippini). Tan frágiles parecieron los fundamentos del auto de procesamiento, que a los tres meses el fiscal de crimen decreta la excarcelación del procesado, por falta de pruebas, y el sobreseimiento del caso. Ibero sonríe con un dejo de tristeza: se ha pasado el año alegando no ser tupamaro. Está muy lejos de considerar desdoroso el serlo. Simplemente no lo es.

Desde marzo del 70, en que sale de Punta Carretas, hasta el domingo pasado, es incesante la actividad gremial y política. Sobre todo en la Facultad de Humanidades y, desde sus primeras reuniones constitutivas, en el Frente Amplio. Cuando surge el Movimiento de Independientes “26 de Marzo” se incorpora de lleno a sus filas, siendo delegado al plenario en representación de la agrupación estudiantil. Junto a la actividad, la represión. En agosto del 70 Ibero estuvo internado en el CGIOR durante 35 días; en enero del 71 lo retienen 48 horas en Jefatura; en marzo del mismo año vuelve al CGIOR, ahora por dos semanas. Salen las libretas repletas de poemas y apuntes de dibujo. Nace Makinato, personaje de cuartel, que desplaza toneladas de humanidad y gordura. Ibero ve a sus carceleros con un ojo crítico, a veces feroz, y sin embargo cordial. El viejo humanista que hay en él –viejo de 22 años-, no ceja.
Tampoco cejan los enemigos. El 28 de enero último, un extraño procedimiento presumiblemente militar (uniformes verdes a bordo de un “guanaco”, según el testimonio de vecinos) tiene lugar en la casa de la calle Hernani. Ibero hijo no vivía allí, y el resto de la familia se encontraba pasando en La Coronilla unas cortas vacaciones. Timbeándose alegremente la inviolabilidad del domicilio, las fuerzas del orden penetran a la casa por la ventana (forzando pero sin romper la cortina, tras la cual las hojas de aquélla están abiertas). Fuera de ese detalle actúan correctamente, dejando todo en orden. El procedimiento culmina con un interrogatorio insólito: una humilde vecina sexagenaria es invitada a asistir como testigo del operativo. Ella declina cortésmente la invitación, pero “ante tanta insistencia” se ve obligada a aceptar. Al término de la visita se le formula una pregunta significativa: “¿Vio por aquí estos días al hombre ése...éste... del penal?” “No sé de quién está hablando”. “¿No vio la foto en los diarios?” “Yo no compro diarios”. El hombre era Leoncino, el guardián de Punta Carretas muerto dos días antes por los tupamaros.


LA EDUCACION SENTIMENTAL
Entre la militancia y la represión, la creación y los estudios. Son los tiempos difíciles y hermosos de la relación con Olga. “Nosotros nos dimos cuenta que teníamos que vivir de apuro, porque tal vez el tiempo era corto. Había que vivir cada momento y vivirlo plenamente. Pero no para nosotros solos, sino con relación al mundo. Sentíamos que nuestra pareja era importante, nos queríamos. Pero no tenía sentido si no era en relación con los demás, con la causa, la causa de la liberación del pueblo. Habíamos perdido la individualidad, ya no éramos yo y él; éramos la pareja y nos sentíamos integrados. Y sin embargo, no podíamos realizarnos más allá. Era el sistema que estaba cercenándonos. Nos habíamos casado hace cinco meses, y no íbamos a tener hijos por ahora, a pesar de que Ibero quería muchísimo tener un hijo. Pero hubiera sido muy cómodo decir: bueno, el mundo marcha por allá y nosotros por aquí, en nuestro hogar, realizándonos. Con todo lo que deseaba vivir en sus cosas, Ibero no quería aislarse de los otros, y así es como trató de hacere lo que entendía que era bueno para todos. Solíamos decir que la relación carnal de la pareja era nada sin la relación ideológica y la relación afectiva, y vivíamos queriéndonos en medio de las luchas estudiantiles y las tareas políticas. El domingo fue así y había sido siempre así, durante los últimos dos años”


EL REVES DE OTRAS TRAMAS
Pero la pregunta golpea con insistencia. Se retira en el vaivén de la conversación, y vuelve golpear otra vez: ¿por qué Ibero, por qué él? No se trata de encontrar justificación para un crimen horrendo, si la víctima fuera otra. Dados la víctima y el crimen, se trata de averiguar o imaginar las causas de la elección. Y las causas deben ser políticamente “viables”, lo que significa descartar los actos individuales de insanía o de venganza, persona a persona. Nuestro deber es, ahora, pensar fríamente con la cabeza del enemigo, el Escuadrón.
Su propio “currículum-morte” nos ayuda a pensar. Por dos veces atacó y ultimó con saña bestial a militantes frentistas de niveles intermedios. Porque al margen de talentos y calidades personales –de excepción en ambos casos-, ni Ramos Filippini ni Gutiérrez González tenían posiciones relevantes en la dirección del Frente Amplio, pero sí en las bases estudiantiles donde actuaban. Allí, donde la vulnerabilidad es mayor porque casi no existen defensas, es donde ha elegido golpear el Escuadrón de la Muerte. Es el terror para sembrar miedo, el miedo que lleva al inmovilismo. El Frente Amplio no es aún el pueblo organizado, pero es el pueblo que empieza a despertar y a organizarse. Se tortura y mata para suprimir a un militante notorio, y para amedrentar a sus familiares, a sus amigos y al resto de la militancia. Así, el crimen resulta ser lo que se propuso: un ataque indiscriminado al Frente, y un acto vandálico de la cruzada contra los tupamaros que se ejecuta, con ensañamiento y letreros abusivos... en la persona de quien no pertenecía al MLN.
Curiosamente, el comunicado de las Fuerzas Conjuntas da pábulo a la misma confusión. Sugiere que Ibero es “el sedicioso muerto”, sabiendo que iban a coincidir en el tiempo –y así ocurrió- su propia versión adjetivada de los hechos y las expresiones de solidaridad del Frente Amplio y del “26 de Marzo”, que, como no podía ser de otra manera, hicieron suyo el martirio de Ibero Gutiérrez González y el dolor de su familia. Pero una cosa es el celo q ue se puso en la redacción del comunicado, y otro el que se pone en la investigación de los hechos. Las Fuerzas Conjuntas pueden no tener éxito en las pesquisas, pero la opinión pública y “nuestro estilo de vida”, tan manoseado, exigen que se diga claramente si la hay y en qué estado se encuentran. Gana la calle la convicción de que grupos parapoliciales (“Escuadrón de la Muerte, JUP, DAM o CCT, el disfraz no hace al caso) operan impunemente y podrían ser los autores de este y otros crímenes (¿dónde están Ayala y Castagnetto?). Las torturas y la muerte salvaje impuestas a Ramos Filippini claman justicia. Los trece balazos (en la frente, la cabeza, un oído, el cuello, el tórax, una mano, un brazo, y los puntapiés en las costillas y el abdomen) con que se ultimó a Gutiérrez González, también claman justicia. No se crea que el paso tardo de los días borrará el recuerdo de tanto horror.


LOS LIMPIOS DE ALMA
Mientras tanto, Ibero padre observa la foto de su hijo en la primera página de los diarios y exclama: “Fíjese en la seriedad y la pureza infantil de esa mirada. Eso fue él, madurez siendo casi un niño, e ingenuidad siendo casi un hombre. Esa mirada que al mismo tiempo acusa y perdona va a seguir a los culpables, y ése será el castigo”. Olga –que igual dará su examen dentro de quince días y ya volvió a estudiar- se empina sobre sí misma y dice: “A nosotros nos duele horrible la muerte de Ibero, todavía hoy no podemos creer. ¡Pero lo tengo todo tan claro, como cuando él vivía! La muerte de Ibero es para seguir adelante y para mostrarlo. Ante estas cosas el pueblo, en vez de retroceder, ve más claro y avanza”.

La corona del “26 de Marzo lucía esta leyenda: “El mejor homenaje es continuar la lucha”. La lucha continúa.”


Por su parte y en el mismo libro bajo el título de AMINISTIA PARA IBERO GUTIERREZ escribía Mario Benedetti:

“Hoy: 27 de febrero, se cumplen 13 años de la muerte de Ibero Gutiérrez, poeta, dramaturgo pintor montevideano. Sobre todo, poeta, en realidad uno de los mejor dotados de una promoción que se formó literal y literariamente entre dos fuegos: la rebeldía y la represión.
Hace hoy 13 años que su cadáver apareció con también 13 proyectiles y signos evidentes de haber sufrido tremendas torturas. Fue una de las primeras víctimas del Escuadrón de la Muerte que perpetró varios crímenes políticos con posterioridad a las elecciones de noviembre de 1971. Sé que Ibero nació en 1949, pero ignoro la fecha exacta (nunca la he visto mencionada), y eso es también un signo de la oscura franja en que el Uruguay vio detenido su normal desarrollo: la matrícula de muerte era un dato más notorio que la ocasión de vida.
Durante este lapso, poemas aislados de Ibero fueron publicados en el exterior. Yo mismo incluí 15 de esos textos en la antología Poesía trunca (publicada originalmente en La Habana, 1977, y luego en Madrid, 1979), que comprende a 28 poetas latinoamericanos que dieron sus vidas por razones políticas; entre ellos, el guatemalteco Otto René Castillo, el salvadoreño Roque Dalton, el peruano Javier Heraud, los nicaragüenses Ricardo Morales y Leonel Rugama, los haitianos Rony Lescouflair y Jacques Viau, el argentino Francisco Urondo. Tengo la impresión de que esos 15 poemas de Ibero constituyen el conjunto más nutrido publicado hasta ahora. Asimismo, en los meses anteriores al golpe del 73, un grupo de actores creó en Montevideo un espectáculo y grabó un disco (hoy ha de ser toda una reliquia), basados en sus textos; también varios cantantes convirtieron en canciones algunos de sus poemas.
Todo ello constituye sin embargo sólo una porción ínfima de esa producción, ya que Ibero dejó inéditos, y prolijamente ordenados, nada menos que siete libros. Poco tiempo después de su muerte tuve acceso a esos materiales, que me fueron facilitados por su compañera, Olga Martínez, con vistas a publicar una selección, algo que sólo pude llevar a cabo cinco años más tarde, aunque con explicables limitaciones de espacio, precisamente en Poesía trunca. Esos libros inéditos se titulan: Los mundos contiguos, París-flash. Eros termonuclear. Prójimo/léjimo, A raíz de las entrañas, Poesía del cuaderno negro y Buceando lo silvestre (este último título era, además, el que había elegido Ibero para una antología que dejó preparada).
Aunque este aniversario no es múltiplo de 5 (un detalle poco menos que imprescindible para los conmemoratólogos profesionales) tiene sin embargo una particular importancia: es el primero en que, dentro del Uruguay, podrá hablarse de, y escribirse sobre Ibero sin cortapisas. Este décimotercer aniversario es por lo tanto singularmente apropiado para restituir el nombre y la obra de Ibero al medio en que nació, luchó políticamente y se formó como artista, y por supuesto a la literatura que siempre ha integrado, aún desde su virtual ineditez.
Ibero ya no estaba; de un golpe brutal había sido borrado; igualmente proscripta, su poesía fue lanzada al exilio. De ese exilio debe volver. Urgentemente. Desde Madrid ignoro cuál puede ser el inmediato futuro editorial en Uruguay, pero de cualquier manera parece ineludible que ese futuro incluya una cuidada y amplia selección de esta obra singular.
Sólo tres meses después del asesinato de Ibero, en un acto de masas realizado en el estadio Platense, de Montevideo, todavía fresca la impresión que me dejara la primera lectura de sus poemas, dije lo siguiente: “Siempre he creído que cuando un militante paga por sus convicciones el precio de su vida, es poco lo que puede agregar a ese máximo holocausto. Y si pintaba, o escribía, o hacía canciones o esculpía, pero esos ejercicios eran meros borradores o entretenimientos sin mayor pretensión artística, sería poco el favor que le haríamos dando a la imprenta tales esbozos. Sería una manera más o menos sutil de demagogia. Debo confesar sin embargo que en el caso de Ibero me he encontrado con una formidable sorpresa. Me he encontrado con un joven escritor que en varios aspectos recuerda el caso del peruano Javier Heraud, caído a los veintiún años en parecidas circunstancias, y que también dejó una obra literaria altamente estimable (...) Pero el peruano al menos publicó un libro. Ibero, en cambio, aunque escribió versos, no publicó ninguno. Ahora puede decirse que sus poemas son (con altibajos, claro, porque no creo que nadie sea capaz de escribir en todo instante en un nivel óptimo) la trayectoria nítida de un artista auténtico, no sólo rico en intuiciones sino poseedor de un excelente y depurado oficio, un poeta que evidentemente tiene (sin hacer de ello la mínima ostentación) un importante trasfondo cultural, y que usa todos los elementos a su alcance (la emoción, la evocación, la ironía) para establecer su comunicación con el prójimo. Sólo una parte (y no la mayor) de sus poemas, son políticos. El resto son poemas de amor, algunos de ellos estupendos, u observaciones líricas ante ciertas perplejidades propias o ajenas, o metafóricos diálogos con el complicado alrededor. O sea, la obra de un poeta hecho y derecho. Un poeta que incluso podría haber ocupado un nivel de destaque en su promoción”.
También entonces señalé que esa bondad, esa preocupación por el prójimo, esa esperanza incólume, eran una conmovedora muestra de una riqueza interior. No sólo en su vida; también en su obra mantuvo Ibero una firme conducta, ya que en sus textos no hizo concesiones que de algún modo menoscabaran el nivel literario. Visto desde 1985, tras un largo decenio en que sólo los más rigurosos entre los poetas y cantantes latinoamericanos (y la cuota uruguaya, de adentro y de afuera, aportó sin duda algunos nombres fundamentales) han sabido resistir la tentación del mero panfleto y rescatar el nivel artístico como ineludible garantía de que el mensaje tenga un vehículo digno, resulta esclarecedor y estimulante que un poeta como Ibero, que sólo tenía 22 años cuando fue eliminado, se haya sentido espontáneamente impulsado a experimentar, a inventar procedimientos y palabras, a crear vecindades inéditas entre vocablos y entre conceptos, a hallar un lenguaje tan peculiar y comunicativo para sus galvanizados poema s de amor.
Precisamente en el poema en que se reconoce “un ser político”, la afirmación viene engarzada en toda una dialéctica de las imágenes:

Ennegrezco como una piedra
cada hora que pasa.
Soy una nube de tela
una mesa
un barril
una cosa.

No.
Algo peor. Existo ajeno-comprometido.
Soy un ser político, piedra de fuego caja de Pandora .
Claros en los bosques
Nubes de fuego en que se queman sus telas de cebolla.
Soy una cebolla.
No: algo peor.

Este “paridor de monstruos infernales/ y de causas justas/por las dudas” (así se define en su Autorretrato) sabe distinguir entre el “poeta redentor de petulancias/ sin fracasos abogando/ la piel de la poesía/ pura forma/ continente respetuoso/ sin gritos/ callando el mundo/ contemplando”, y el “`poeta luchador empedernido”; y sin embargo es éste quien escribe un poema tan sutil, tan sensible y depurado como el que aquí transcribo:

Si esta luz no es necesaria preparemos otra oscuridad
Dentro de la cual no quepan más que dos velas
Dos velas dentro de las cuales no quepan más que dos seres
Y dos seres que dentro de una vela no tengan
Más lugar de movimiento que la única vela.

Quiero todavía citar otra muestra, algo así como una reivindicación poética de lo comunitario o un arropamiento lírico de la pancarta. Si decimos “la paz vendrá con la liberación”, suena a linda aspiración pero también a consigna, no precisamente poética. Pero veamos cómo Ibero la inserta limpiamente en su contexto de poesía:

Oigo a Bob Dylan y ella
A una distancia de respiro
Duerme un minúsculo sueño

Suspira la siesta
Al entrar en otro tiempo

Escribo:
La paz vendrá
Con la liberación

Entonces ella
No duerme y se despierta
Para soñar mejor

Si se busca, dentro de la poesía uruguaya, un válido antecedente de la de Ibero, creo que ése podría ser Humberto Megget (1926-1951), otro poeta especialmente dotado que murió en plena juventud (tenía 24 años), aunque no de ensañamiento sino de tuberculosis. Su malabarismo lírico encuentra una radiante continuidad en este otro poeta que nace, como para proceder al relevo, en 1949, o sea dos años antes de la muerte de Megget. Ignoro si Ibero conocía siquiera Nuevo sol partido, que reúne buena parte de la producción de Megget, seleccionada y editada en 1972 por Idea Vilariño. De todos modos, jamás se detecta en Ibero el pecado venial de la imitación; lo que sí se advierte es una clara afinidad en el juego verbal, en la alegría de los ritmos, en cierta ingenua autosatisfacción ante las novedades formales que uno y otro descubren. Cuando Megget escribe: “Quiero sentarme en el ángulo de un rayo / en la O formada por las sábanas colgadas”, e Ibero dispone: “No quisiera morir sin bañarme en un lecho de rostros y arcoiris. / No quisiera volar en un cohete sin antes haberte prometido mil colores”; o si Megget confiesa: “Yo tenía una voz tan pequeña/ que hacía con ella collarcitos”, e Ibero recuerda: “atrás hay todo: cuento monedas invisibles / flotando en mis bolsillos huecos”, es indudable que forman parte de una misma familia.
Lo sorprendente es que en tanto que Megget no era exactamente “un ser político” (¿cuántos lo eran en la frágil Arcadia de los años cuarenta?), Ibero sí lo es y sin embargo no media entre ambos ningún abismo. Es un rescatado apunte de Megget, Esquema para una conferencia, el autor de Nuevo sol partido hablaba de su “nuevo reencuentro con las formas poéticas donde la metáfora no es rebuscada sino espontánea, donde la canción es la fotografía de un acto generoso, donde no hay nada enfermizo”. ¿Acaso no podría haberlo dicho Ibero de sí mismo? Nada de enfermizo en su poesía. Sin el menor rebuscamiento, con el mero deleite de inventar variantes de la vida y conjuros contra la muerte, Ibero se vuelve un experto en la faena de (para decirlo con su léxico) bucear lo silvestre en cada uno. Desde lejos (estuvo primero en Cuba y luego en Europa) exclama con intacto candor:

Vamos, Uruguay, tú tienes más de un pampero. Dámelo ahora.
Yo tengo un ojo abierto en cada hora parada. Mis manos no se cierran
A no ser para tomar alguna de esas cosas que te abundan.
Tú ya lo sabes. No quiero repetirlo.
Sólo quisiera ver tu mar violeta.

Demósle pues el pampero, aunque sea otro que el de sus tiempos alegres y convulsos. Y ya que nos anuncia que sus manos no se cierran, dejemos pues en ellas algunas de esas cosas que nos abundan. Por ejemplo: la leltad, el amparo y sobre todo el no olvido. ¿Acaso la amnistía irrestricta (por dios, ¿quién absuelve a quién?) y el desexilio no han de incluir también a nuestros muertos más queridos?





IBERO GUTIERREZ , poeta de transformaciones

Así lo definía SERGIO INFANTE en el Nº 3 de la Segunda época de la Revista Cuestión- Setiembre de 1981.

«Tan sólo veintidós años llegó a vivir el poeta Ibero Gutiérrez, asesinado en 1972.
Pero de su corta vida, impresionan el ejemplo de sus esfuerzos y los frutos que de ella dejó.


ESTAS CAIDO.
(A Salerno)
Estás caído
Bajo unos eucaliptus
Con las palmas de las manos
abiertas
mirando para arriba.
Estás tendido en la hierba
Y un poco de sombra
Se acompaña
Con un poco de sol
A medias, entibiándote la cara;
La tarde calurosa de octubre
Se pone de pie y te descubre.
Un poco más allá
-tal vez no alcances a ver-
un tronco retorcido, grueso
sugiere un cielo
con el subir frondoso
y el canto de las aves.

Estás pues, allí dormido
Con las veinticuatro primaveras
Y la boca semiabierta
Y el traje oscuro
El cabello confundido con el pasto;
Estás, sí
allí
y el eucaliptus, como el mundo
por la muda expectativa
y la mirada incierta
compartiendo el sol y la sombra
de un vasto escenario
poblado de escuelas y silencios
(los silencios de las tardes calurosas
de octubre entre las chacras
y el incesante decir de las cigarras
más el aire infectado de luz
y caminos de tierra, sin final
siempre recorridos, sin apuro).


Este poema fechado en Pando, el 8 de octubre de 1969, lo escribió Ibero Gutiérrez en homenaje a Jorge Salerno, muerto en combate aquel día en ese lugar. Para Ibero debió ser ésta una fecha de gran significación: se cumplía el segundo aniversario de la heroica muerte del Comandante Ernesto Guevara y quedaba marcada nuevamente por la de Salerno, también poeta; autor de esos sonoros versos: “La senda está trazada/nos la mostró el Che”. En medio de esa senda, camino hacia el hombre nuevo, ha de caer también Ibero, un par de años más tarde.
Llegó a vivir tan sólo veintidós años, pero con qué intensidad. Si se repasa su corta existencia, impresionan el ejemplo de sus esfuerzos y los frutos que ella dejó: de la vida estudiantil a la de militante; viaja a Cuba y a Francia, regresa más tarde a su Montevideo y porque “quisiera ver rojo el cielo, quisiera sentir rojo el cielo”, se reincorpora inmediatamente a la lucha, sufre la prisión y finalmente la tortura y la muerte. Se autorretrataba “Paridor de monstruos infernales/y de causas justas/por las dudas” Y en medio de toda la actividad que esto significa, ama, cultiva con talento la pintura y deja siete libros inéditos de poesía: Los mundos contiguos, París-flash , Eros termonuclear, Prójimo/léjimo, A raíz de las entrañas, Poesía del cuaderno negro y Buceando lo silvestre.
En esos libros, Ibero Gutiérrez nos muestra esa manera intensa y crítica a la vez con que se adentra en el mundo. Intensa, porque lo palpa por todos sus contornos: “buceando lo silvestre/te encuentro olga/como un alga transparente/al descubrir un mundo...”; crítica, porque sabe descubrir en medio del encantamiento, las aristas que ese mundo tiene, y al hacerlo las evoca con fina ironía: “ama a tu prójimo/él es como el sutién/de tu mujer/cómpralo a plazos/véndelo a crédito/total/tu prójimo a esta hora está léjimo”.
Así en medio del amor, “para hacerte parir los hijos de la luna y de venus y de marte/para hacerte subir por mi barriga y por mis piernas doradas”, su humanidad lo lleva a rechazar lo artificial de esta sociedad de consumo: “para desodorizar los testículos/y quitarle importancia subversiva/a nuestros sexos/se edifican vaginas envasadas/con perfume francés en la salida”. Sin embargo, su poesía no es por lo general marcadamente de denuncia, tiende más bien a mostrarnos con una gran calidad juvenil, todos los aspectos de una realidad que es compleja y que le impresiona. Entonces, lo político surge en ella como algo natural que tiene una enorme importancia, pero que por lo menos en el plano poético aparece para Ibero como algo enmarañado en una cosmología aún mayor. Es esto un gran mérito para un poeta joven; más grande todavía si como en el caso del nuestro, le toca vivir una época en la que a veces resulta difícil escaparse de los esquemas sin extraviarse.

CAMBIAR EL MUNDO
Ibero rompe los esquemas sin perderse, porque conjuga romper-transformar y comienza a probar con el mundo: “pegada a la mañana empañada eres pequeña como el aire/desde que un aire violento parió tu ternura de flor/arranco tus pétalos para existir con el 6 hecho 9/para no ser adjetivo de índices doctos...”; es decir, ser sujetos capaces de construir algo nuevo: “Sólo quisiera que tú, Montevideo, fueras a nuestra imagen y semejanza”, para que así exista el derecho a acercarse a los sueños: “Y casi en vilo/por la vuelta de los días/mirando a Carlos Marx cantando un tango/ y a Goyeneche tomarse lentamente un vino proletario/para encurdarse con ácratas estrellas/las autopistas donde beso tus brazos cuneiformes”. Sueños que tal vez simbolicen un cambio de mentalidad y una gran hermandad entre los pueblos.
Ibero sabe que los elementos básicos necesarios para la transformación que busca no están lejos, está plantado en medio de ellos mismos y por eso los reclama: “Vamos Uruguay, tu tienes más de un pampero. Dámelo ahora”. Los vientos de la revolución han llegado y con ello la hora de las definiciones; todo sufre su alteración, también el mundo de los poetas se transforma con los deberes ciudadanos: “Soy político, piedra de fuego/caja de Pandora”. Fusión de la poesía con otros deberes a los que obligan las circunstancias. Hubo que elegir entre el “poeta redentor de petulancias/sin fracasos ahogando/la piel de la poesía/pura forma/continente respetuoso/sin gritos/callando el mundo/contemplando...” o el “poeta luchador empedernido/si tu pluma se seca/a mano está/este fusil grandilocuente/recién aceitado”. Poeta de las transformaciones, Ibero Gutiérrez se empeña por conseguirlas en todos los terrenos, los márgenes del poema ya no son suficientes y hay que ir más allá.
Ha entrado en la lucha con plenitud. La paz que añoran los poetas se ha alejado; pero “la paz vendrá/con la liberación”. Buscando esa liberación, la de los pueblos, el poeta Ibero Gutiérrez repitió como Salerno: “La senda está trazada/nos la mostró el Che”. Y al hacerlo, entregó su vida y se quedó tan vivo en el recuerdo y en la maravilla de sus versos.

LA INFANCIA DE IBERO
A nueve años de su asesinato, Ibero Gutiérrez vive en la lucha de un pueblo, y su ejemplo es recordado como testimonio conmovedor del compromiso y de la riqueza humana y política que encierra un revolucionario.
Hijo de un hogar de clase media; su padre empleado de un banco y a la vez profesor de literatura, su madre una mujer como tantas otras uruguayas, dedicada a las tareas de la casa.
La infancia de Ibero transcurre en Montevideo, en un barrio de la costa del Río de la Plata, con el mar abierto a sus ojos infantiles y un inmenso arenal al final de la calle del barrio, lugar predilecto de sus juegos. Cuentan quienes lo conocieron de niño, que Ibero conservará durante su corta vida, un rasgo característico heredado desde la infancia: una cierta introversión, expresión de su timidez y de una intensa y rica vida interior.
De niño data también su aficción por la pintura y el dibujo, a la vez que dedicaba largas horas a la lectura.
Terminada su formación secundaria, inicia sus estudios pre-universitarios cursando Preparatorios de Derecho en el Liceo Larrañaga.

CUBA, EN EL CORAZON
Allá por 1965, Ibero Gutiérrez reproduce y difunde casa por casa; por iniciativa propia, una información clandestina que por aquellos años se publicaba. Ibero hacía participar también a un amigo del barrio, haciéndole creer que formaban parte de una extensa red clandestina. Tal vez en ese hecho, con visos de aventura y esperanzas juveniles, haya nacido su primera actividad política.
En 1966 integra el cuerpo de redacción de la publicación del Centro de estudiantes de Derecho del Liceo Larrañaga.
La Revolución Cubana, despierta en Ibero un profundo interés e influye de manera determinante en sus ideas políticas y sociales.
Se interesa vivamente por conocer esa experiencia ejemplar, y fruto de ese conocimiento que ha ido adquiriendo en relación a Cuba y su historia reciente, participa y gana un concurso organizado por Radio Habana que le permite viajar a la isla, para los Festejos del X Aniversario de la Revolución.
Viaja entonces Ibero a Cuba en diciembre de 1968, y está presente en el acto aniversario. Sus padres, le habían permitido hacer el añorado viaje, con la sola condición de que conociera Europa –en aquel tiempo pasaje obligado en el itinerario a Cuba- en la idea de que Ibero podría enriquecer su cultura.
De ese pasaje de Ibero por Europa al regreso de Cuba, quedan un conjunto de poemas donde su fina sensibilidad de artista puede percibir lo que atesora el viejo continente, pero su sensibilidad de revolucionario que comenzaba a madurar, le permite percibir la decadencia de esas sociedades del llamado “capitalismo desarrollado”.
Ya en Uruguay nuevamente, comienza Ibero sus estudios universitarios y se vuelca de lleno en las luchas estudiantiles y obreras de aquellos años sesenta.

EL MILITANTE
En diciembre de 1969, el nombre de Ibero Gutiérrez aparece vinculado a una importante acción de la guerrilla, de la que estaba absolutamente desligado. Sin embargo, luego de muchas dudas decide presentarse a la policía y a pesar de su inocencia resulta procesado y es remitido a la cárcel. Por espacio de tres meses guarda prisión y comparte la celda con quien luego sería otra de las víctimas del macabro escuadrón: Ramos Filippini.
Liberado en marzo de 1970, será nuevamente encarcelado en dos oportunidades, en razón de las Medidas Prontas de Seguridad dictadas por el gobierno reaccionario de Pacheco Areco.
Coincidentemente Ibero es liberado por última vez el 26 de Marzo de 1971, día en que se realizó el primer acto público del Frente Amplio, con una multitudinaria asistencia que preanunciaba el apoyo que el pueblo uruguayo le daba al mismo, y a su programa de liberación nacional.
Le cabe a Ibero justamente ser portador de un saludo de los presos políticos enviado desde las cárceles, que fue leído esa noche inolvidable.
Nuevamente en libertad, Ibero se vuelca a la vorágine militante de aquellos años. Estudia ahora en la Facultad de Humanidades, milita en la Federación de Estudiantes Universitarios (FEUU), en el Frente Amplio e integra la dirección de los universitarios que militan en filas del Movimiento 26 de Marzo. Pero al mismo tiempo sigue escribiendo poesía, pinta y se dedica al periodismo político.
Es en ese instante de florecimiento como hombre y revolucionaario, en ese momento de máxima expresión de energía y compromiso militante, cuando Ibero Gutiérrez encuentra la muerte.
Tenía sólo 22 años, y el General Líber Seregni, líder del Frente Amplio, en el acto de homenaje póstumo que convoca la FEUU, simboliza en el ejemplo de Ibero, a lo mejor de la juventud uruguaya en la lucha hermosa por la liberación de la patria.
Pero quien tal vez mejor nos ha dado el retrato de la personalidad de Ibero como militante, poeta y hombre, ha sido Mario Benedetti cuando decía de él: “Esa bondad, esa preocupación por el prójimo, esa esperanza incólume, que están patentes en sus poemas, son una conmovedora muestra de la riqueza interior de un revolucionario. Nosotros mismos a veces perdemos de vista ese nivel humano, que no por humano deja de ser político sino que es más político que nunca”.

Publicado en Revista "Cuestión" del 2 de marzo de 1972,
Año II, Nº 15


Leer: IBERO GUTIERREZ III

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